martes, 15 de diciembre de 2015

Doraemon, útil para padres del siglo XXI

El gato cósmico más famoso, Doraemon , tiene mi edad. Nació en 1969 en forma de manga creado por Fujiko Fujio , como anime infantil de 1.800 episodios. En la tele de Japón se emitió la serie de dibujos animados entre 1979 y 2005. Es un fenómeno mundial. Gracias a Doraemon y sus secuaces miles de padres y madres logran que los niños se coman papillas y potitos sin rechistar, o al menos se queden un tiempo sin armar jaleo. Tiene sin duda un poder hipnótico en tabletas y móviles, que acaban llenos de puré. ¿Cómo comíamos en nuestra época cuando no existían estos personajes de animación? Pero tengo que admitirlo: Doraemon me cae muy gordo, por muchas razones. A pesar de eso, no ocurre lo mismo con millones de personas, como prueba la atracción que ha generado su última película, y ya van 36 de filmografía. La franquicia se ha puesto las botas con 'Doraemon: Nobita's Space Heroes', con recaudación millonaria en Japón. La anterior película recibió galardones al mejor film de animación y fue el tercero más visto en el país del sol naciente. La 'tirria' que le tengo al personaje creo que se basa en lo absurdo de su planteamiento: Doraemon es un gato robótico del siglo XXII y Nobita es un estudiante ramplón al que el gato ayuda con artilugios que se saca de su bolsillo mágico. De traca. Pero funciona. La inquina que le tengo a estos dibujos crece cuando veo lo infantil de las situaciones que plantean y ese doblaje con voz de pito que tienen todos los personajes. Sin embargo, gracias a Doraemon mis sobrinos y sobrinas se comen la papilla en tiempos más o menos récord y dejan de dar la tabarra en la siesta durante un rato. ¿Qué tiene Doraemon que no tenga Bob Esponja, por ejemplo? Quien lo descubra hallará el Santo Grial de la tranquilidad de millones de padres. Pero no se preocupen. Este año comenzó a emitirse en Japón una nueva temporada de la serie, que ya tiene 650 episodios para mi mortificación eterna. Refrán: El niño regalado, siempre esta enojado

martes, 1 de diciembre de 2015

Ferreira, el roble del Pinajarro

Conocí a Juan Ramón Ferreira cuando era alcalde de Hervás, hace ya casi veinte años. Fue mi cicerone su correligionario Ventura Duarte , quien hizo las fotos de aquella entrevista con motivo de las fiestas de verano. Al entrar en el despacho me dijo: "Ojo, que este es un 'pata negra', que viene de la UGT". En la mesa, la foto en blanco y negro autografiada de un Felipe González sin canas que enviaba saludos al alcalde. Recuerdo aquel aspecto sólido del edil, convencido del potencial de la madera de los bosques de robles y castaños locales. Para él el Pinajarro era la 'Selva Negra' extremeña. No en vano era maestro industrial, especializado en dar forma a ese material. Por entonces despuntaba una discreta industria del mueble en el Ambroz. Ferreira, hijo de agricultor y militante socialista de base, pertenece a esa primera estirpe de políticos demócratas que llegaron a puestos de decisión con muchas ganas de cambiar la sociedad desde la base y a través del diálogo. Algunos lo consiguieron y a otros la tozuda realidad dejó sus nobles aspiraciones en solo deseos. Juan Ramón, quizá por sus convicciones asentadas y la tranquilidad que transmitía, hizo carrera política y acabó de presidente de la Asamblea, siendo vicepresidente hasta que la enfermedad pudo con él. Sus cercanos lo definen como un 'hombre bueno', en el machadiano sentido de la frase. Por supuesto que después de toda una vida en política tendría los colmillos muy retorcidos y afilados, pero siempre me transmitió que detrás de él estaba la sana intención de hacer más habitable la sociedad extremeña. Adiós, Juan Ramón, adiós al noble roble extremeño del Pinajarro. Refrán: A la mar madera, y huesos a la tierra