martes, 25 de junio de 2019

Albañiles

He escuchado muchas veces la palabra ‘albañil’ utilizada en tono despectivo. Mi abuelo materno lo era y mi suegro, ya jubilado, fue encofrador. Siento un profundo respeto por esa profesión, sentimiento que se ha agigantado este fin de semana tras asistir al Festival Chinato de Albañilería.

Allí bajo los rigores de este verano que apunta maneras, veinticuatro cuadrillas se las tuvieron que ingeniar para hacer una bóveda de cañón cruzada con un hiperboloide. Casi nada. El planteamiento del ejercicio propuesto era de tal dificultad que algunos no pudieron poner un ladrillo siquiera. Solo tres completaron el problema y, según el jurado, ninguno lo hizo bien. Yo creo que no hubiera sabido ni poner una cuerda de las 16 que hacían falta para simplemente plantear el ejercicio.
Allí, en el parque municipal de Malpartida de Plasencia, esperando la entrega de galardones, estaban los profesionales de la paleta tomando un tentempié después de la prueba. Me ofrecieron una cerveza y un ‘pinchino’ de lo que llevaban encima y me invitaron al almuerzo de hermandad que después se celebraría.
En él me senté con cuadrillas de Trujillanos, la Nava de Santiago y de Riolobos. Me lo pasé estupendamente con sus gajes del oficio. Me enseñaron las fotos de su familia, de sus hijos, y de los concursos de albañilería en los que participaban. A la mesa incluso se acercó un compañero mayor y les explicó los secretos del ejercicio. Parece que eso de los concursos de albañilería es toda una religión. Los hay cada uno con sus dificultades y con sus particularidades, según me contaron. En las fotos de sus móviles estaban ellos, orgullosos, ante monumentos de ladrillo y cemento que hacían imposibles espirales hacia el cielo. Los albañiles han sido los ‘paganinis’ de la crisis inmobiliaria y ahora la profesión parece que vive horas bajas. Espero que eso nunca suceda, porque gracias a ellos tenemos un lugar donde vivir. Otra cosa es lo que se especula con los pisos. De eso ellos no tienen la culpa. Refrán: No le pongas mesa al albañil hasta que le veas venir.

martes, 18 de junio de 2019

Nos vigilan: confirmado

Llevo un tiempo acariciando una sospecha: nos vigilan. Cuando lo comento con mis amigos todos me dicen que esa impresión es fruto de mi carácter ‘conspiranoico’. Pero me están sucediendo cosas que me confirman esta creencia.
Nuestros terminales móviles se han convertido en auténticos chivatos de todo cuanto hacemos. Están en constante alerta, escuchando nuestras conversaciones, nuestras opiniones y nuestras preferencias como consumidores.
Antes incluso de hacer una búsqueda en internet ya me aparecen en los espacios dedicados a la publicidad el coche que querría tener, la guitarra que me gustaría tocar y dónde quiero ir de vacaciones. Yo no sé si tendrá algo que ver en que mi teléfono sea de esa marca a la que EEUU ha vetado, pero algo debe haber.
Ahora no podemos vivir sin el móvil, que es poco más o menos que como tener un terrateniente o un señorito cortijero en el bolsillo. Te desea un buen día, te piropea, te recuerda que no has andado lo suficiente, o te dice -como es mi caso- constantemente el nombre de mi suegra. Y lo peor es el lugar de privilegio que le hemos dado en nuestra vida. Incluso lo colocamos amorosamente en nuestra mesita de noche, junto al vaso de agua y al santo de nuestra particular devoción.
A veces estoy tentado de mentirle, de hacerle creer que no soy quien soy, pero es imposible. Quienes nos vigilan saben perfectamente nuestras apetencias y condición social, y no les vamos a hacer cambiar de opinión.
Parece que en esto del big data cuenta todo: la hamburguesa que se come un texano a la pizza que pide un cacereño a miles de kilómetros. Todo se almacena, se contabiliza. De hecho, ya ha habido una condena a la LaLiga de fútbol por escuchar el móvil de 50.000 españoles y averiguar a qué bares iban a ver el partido de fútbol. Ya no hay vuelta atrás. Esto es imparable. Saben a dónde vas a ver el partido y el teléfono de tu suegra. El paso siguiente no lo quiero ni imaginar, pero no va a tardar en llegar como no nos rebelemos pronto.

martes, 11 de junio de 2019

La gran noticia de ‘Extremadura’, vigente

El auto del Tribunal Supremo sobre la paralización de la exhumación de Francisco Franco ha dejado a todo el mundo atónito, al dar por bueno que el dictador llegó al poder a los tres meses de estallar la guerra civil. Al margen de disquisiciones sobre cuándo tienen validez jurídica los actos de un ejército rebelde, que hay recordar que esas fechas tienen su explicación en un hecho histórico no muy conocido y que tiene como protagonista a este periódico y a su por entonces redactor jefe, Juan Milán Cebrián.
El 28 de septiembre de 1936 el diario ‘Extremadura’ publicó en primicia la proclamación del general rebelde Francisco Franco como «único caudillo de España, jefe del Estado y Generalísimo de los tres Ejércitos de Tierra, Mar y Aire». La noticia, que marcó el devenir de la guerra civil y del régimen totalitario que rigió España durante los cuarenta años posteriores, colocó a Extremadura y a este humilde diario en el mapa internacional.
El 27 de 1936 era domingo y su cumpleaños. Pero Juan Milán Cebrián corría una y otra vez desde el palacio de La Generala al de los Golfines de Arriba en busca de novedades sobre la toma del alcázar de Toledo. La noticia de la victoria se extendió por toda la ciudad y los cacereños se congregaron en las inmediaciones de los Golfines de Arriba y la plaza Mayor en una manifestación que fue, de facto, la proclamación por aclamación, de Francisco Franco como jefe de Estado. Así lo anuncian Yagüe y Millán Astray desde el balcón del palacio. La oficial, la formal, fue en Burgos al día siguiente, y consta en el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional (decreto 138). Por eso el Tribunal Supremo entiende que el Franco fue jefe de Estado a partir del 1 de octubre de 1936, al día siguiente de su publicación.

Lo cierto es que este periódico dio ya en 1936 un ejemplo de periodismo moderno. A unos años de ser centenario, sus redactores prometen seguir cumpliendo –ahora con renovadas fuerzas y con la misma abnegación-- sus deberes con los lectores cada día. Refrán: El arte de vencer se aprende en la derrota (Simón Bolivar).

martes, 4 de junio de 2019

Medio siglo de una encamada por la Paz

La semana pasada se cumplió el primer medio siglo de una encamada histórica. Desgraciadamente, los motivos que la originaron siguen vigentes. Desde entonces el ser humano no ha aprendido nada, o muy poco. Me refiero a aquel mítico Give Peace a Chance de John Lennon y Yoko Ono en un hotel de Montreal (Canadá) que sirvió para grabar una canción homónima e himno pacifista por antonomasia.
Creo que merece la pena recordar las circunstancias que rodearon a la grabación de este tema en el hotel Queen Elizabeth. John Lennon y Yoko Ono protagonizaban ruedas de prensa que eran auténticas performances. En Ámsterdam ya habían convocado a los periodistas para hablar del «amor en la cama». Fue en el Hilton y los que creían que iban a asistir a un hecho obsceno se encontraron a una pareja que hablaba de lo hermoso que era el amor y lo hacía tumbada en una cama. Nada más. Pero la de Canadá fue una acción más ambiciosa, días después.
En una modesta suite llena de hare krishna, curiosos y periodistas, se grabó con medios rudimentarios una canción de denuncia contra el imperialismo, contra los poderosos, contracultural y, sobre todo, pacifista. Las condiciones fueron tan precarias que hubo que añadir coros en la mezcla definitiva que salió en disco. El movimiento por la paz mundial tenía por fin su himno. Lennon y Yoko aparecen en unas fotos de leyenda, en la cama, con unos pijamas blancos. Es curioso que una canción con solo dos acordes haya tenido tanto recorrido.
En la actualidad, el hotel Queen Elizabeth ofrece la mítica suite 1742 por unos 2.000 euros la noche, y una réplica del manuscrito original.
El mundo 50 años después sigue girando, y la canción sigue inspirándonos a todos. Lástima que nos sigan separando la avaricia, la soberbia, la política y la mentira a los seres humanos. Refrán: Todo lo que decimos es démosle una oportunidad a la paz (John Lennon).