martes, 17 de diciembre de 2019

Belenes ‘por lo civil’ y musgo

Las Navidades se han vuelto un campo minado. Recuerdo cuando siendo niño salía a buscar musgo para el belén familiar. Ahora, como nos estamos cargando el planeta, resulta que si te cogen arrancándolo te puede caer una multa de 200.000 euros, porque es una pieza clave del ecosistema y una especie protegida. Otro terreno pantanoso es la moda de los belenes laicos, que me parece que es una elucubración del tipo «hacer la comunión por lo civil».

Un belén laico es una de las grandes contradicciones a las que nos aboca este mundo en el que la espiritualidad se quiere hacer desaparecer. Los llaman ‘pesebres alternativos’, pero a mí me parecen una burla a la inteligencia. El belén trata de recordar el nacimiento de Jesús, que -para quien no quiera saber nada de su papel espiritual- hay que recordar que fue una figura histórica que marcó el devenir de los seres humanos para siempre y cuya existencia está documentada. A mí esos belenes que parecen un hospital robado me dan mucha pena, porque sus impulsores hablan de que quieren transmitir una idea, un concepto, una crítica al consumismo y cosas así, pero... ¿Hay algo más disruptivo que una familia de refugiados que tienen un hijo en un establo entre animales? ¿Hay un símbolo más vigente de la realidad diaria de muchos seres humanos del planeta dos mil años después del nacimiento de Cristo? Pues nada, que para algunos progres de salón hay que prescindir de mulas, niños, reyes y a veces hasta del pesebre, para mandar el mensaje universal del amor fraterno. Lo siento. Yo seguiré poniendo el belén napolitano que mi padre me regaló, con todos esas figuras históricas que a las nuevas generaciones de políticos les parece que sobran y les dan como repelús. Lo haré con inmenso amor y respeto. También saldré a coger musgo a riesgo de una multa millonaria. A lo mejor soy antiguo, carca, retrógrado y esas cosas, pero siempre se me encogerá el corazón al poner el belén y tendré presente a mis seres queridos, los que se fueron y los que están. Refrán: A burro viejo no se le cambia el pesebre.

martes, 10 de diciembre de 2019

Citas mortales

Marta Calvo, la joven que desapareció el pasado 7 de noviembre, había quedado por internet con su presunto verdugo. Y no es la única, ni la primera mujer que sucumbe en manos de un hombre por este motivo. Por supuesto, el único responsable de estos hechos luctuosos y machistas es el asesino. No voy a demonizar las relaciones sexuales ni las páginas webs que -no lo olvidemos- hacen negocio con estas citas más o menos clandestinas. Pero al igual que hay que tener protección o prevención frente a enfermedades, o evitar situaciones de riesgo en la vida, creo que hay que poner la lupa sobre estas nuevas formas de relacionarse, que son una puerta abierta hacia lo ignoto. Porque no hay que olvidar que el sida y las enfermedades de transmisión sexual se han disparado con la efervescencia de estas aplicaciones de sexo rápido. El mundo se ha vuelto cada vez más urgente. En el sexo también.
Las asesinadas eran mujeres bellas e inteligentes que buscaban -como podemos desear todos- evasión o simplemente placer. Y cayeron como las polillas en la luz en manos de unos desalmados. Yo recuerdo -y entro en modo ‘abuelo cebolleta’- cuando para ligar lo que había que hacer es ir a la discoteca, piropear a las chavalas, ser galante (no tanto como Plácido Domingo) y un poco pillo. Ligabas con compañeras de clase, con amigas del barrio o con desconocidas, pero tras un intenso periodo de coqueteo y conocimiento mutuo. El sexo en la primera cita era algo excepcional.
Insisto en que no quiero satanizar ni el sexo, ni los cauces para conseguirlo. Los únicos culpables son los maltratadores hasta la muerte, pero quiero alertar de que en este mundo cada vez con más prisa, el ir despacio nos asegura el placer de desvelar el misterio del amor, el más excitante de todos los enigmas mundanos. Y puede evitarnos muchas sorpresas desagradables. Refrán: Uno no puede hablar acerca del misterio, uno debe ser cautivado por él. (René Magritte).