martes, 21 de diciembre de 2021

La herida invisible

 La herida invisible

Las cifras de depresión son intolerables en una sociedad que invisibiliza el problema

La trágica desaparición de la actriz Verónica Forqué ha puesto sobre la mesa un tema tabú en la sociedad española: las enfermedades mentales. Las Navidades son una época en la que este tipo de patologías pueden ser más dolorosas para quienes las padecen, y especialmente para quienes están solos en estos días de fraternidad. 

El próximo viernes será la noche del encuentro con los seres queridos, aunque este año con el virus de la duda como comensal inesperado gracias a la variante ómicron. En medio de un escenario de gasto y de alegría externa son muchos los españoles que viven con una herida interior. Los datos son abrumadores: Diez personas se suicidan al día y otras 200 lo intentan. El consumo de ansiolíticos está disparado. La pandemia se ha convertido en un acelerador de los trastornos, con el 6,7 % de la población del país tocada por la ansiedad, exactamente la misma cifra de personas con depresión. 

¿Son tolerables estas cifras en una sociedad moderna? No. Estamos escondiendo el problema, invisibilizándolo, pero no por ello deja de estar ahí. Por eso creo que muchas veces debemos esforzarnos en comprender a aquellos que sufren angustia, tristeza o amargura vital. No vale de nada decirles eso de «anímate, hombre». Incluso creo que este clima de exaltación de la alegría no debe sentarles nada de bien a los enfermos mentales por una mera cuestión de contraste entre su alma rasgada y el bullicio y el clima, a veces muy fingido, de concordia universal. 

El regalo perfecto en estos días para un enfermo mental es que reciban nuestra comprensión y compañía, que hablemos con ellos con libertad de su patología. Es la mejor forma de celebrar la gran noticia del Amor de Jesucristo con los hombres. Más allá de una gran cena, de un presente para un familiar está el mensaje del niño que se hace Dios y nace en un humilde belén para todos los seres humanos sin excepción y especial para los que sufren

martes, 14 de diciembre de 2021

La entereza de la voz de Pablo Milanés

 La entereza de la voz de Pablo Milanés

Acudir a un recital de Pablo Milanés es hacer un ejercicio de nostalgia y desencanto a la vez

La voz de Pablo Milanés (78 años) tiene un registro parecido al de esos viejos contrabajos que con el tiempo ganan en matices sonoros. A esa privilegiada voz hay que sumarle una entereza artística y personal a prueba de bombas. 

Solo así puede explicarse que consiguiera levantar al público de sus asientos el viernes pasado en el Gran Teatro de Cáceres a pesar de un catarro soberano que debería haberle hecho guardar cama. Pero el concierto más aplazado del año no podía demorarse más y el adalid de la Nova Trova cubana sabe que con el público tiene un compromiso forjado desde hace décadas. No puede ni sabe defraudar.

Y Milanés es también un hombre arrojado si analizamos su compromiso político. Es uno de los pocos que -desde dentro- se atreve a señalar las carencias democráticas y materiales que se viven en la perla del Caribe. Acudir a un concierto suyo es hacer a partes iguales un ejercicio de nostalgia y desencanto. 

Recuerdo un recital de Milanés en Almendralejo hace ya cerca de tres décadas. Entonces le acompañaba una gran banda que hacía bailar a todos con sus montunos. Hoy su puesta en escena se ha adelgazado. Eso sí, le acompañan dos gigantes como Miguel Núñez (piano) y Caridad Varona (violonchelo), que ya por sí solos hacen grande el show. Trufó el recital con composiciones recientes que demuestran que no ha perdido un ápice de talento. Mantiene las canciones ‘de siempre’ y ha suprimido las de compromiso político. Solo deja espacio para la nostalgia y el amor. Ni rastro de aquellos barbudos que bajaron de Sierra Maestra. 

Milanés es la sobriedad hecha artista en escena. No regala ni un bis a sus seguidores, ávidos de que nos mienta y nos diga que el sueño de los días de gloria en Cuba fue verdad. Pero la realidad es muy tozuda. «No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió» (Joaquín Sabina

Almudena ¿la cola o el cometa?

 Almudena ¿la cola o el cometa?

Los periódicos se llenan estos días de homenajes a la escritora Almudena Grandes. Chamberí se puebla de flores amarillas, internet de citas y poemas en su honor, mientras nuestro corazón de lector sabe que no volverá a conmoverse con textos nuevos. Decía María Teresa León que ella era la cola del cometa Rafael Alberti, en un ejercicio de modestia. Es absurdo comparar las obras literarias de Almudena Grandes y su marido, Luis García Montero. Los dos son estrellas en cada una de sus especialidades. Personalmente, me quedo con Montero, porque la poesía es el género que más me gusta, pero es simplemente eso, cuestión de preferencias.

La glosa de los aciertos literarios de Almudena Grandes es fácil de hacer, pero me gustaría detenerme en otros logros. Conocí tanto a Almudena como a Luis en unos cursos de verano de la Universidad Complutense, en un ejercicio de nostalgia de mis terminados estudios de periodismo. Aquel curso abordaba los misterios de la escritura de novelas, poemas y canciones. Mientras otros renombrados y laureados ponentes se dedicaban al cortejo de la becaria, ellos se desvivían con una amabilidad suprema con los alumnos, a los que atendían a cada requerimiento por nimio que fuera. Recuerdo la lección magistral de Almudena Grandes en la que nos explicó cómo escribe sus novelas, los cuadernos que usaba para el eje sincrónico y diacrónico, los trucos para dibujar la historia y los personajes… Cuando llegaba la noche, mientras otros literatos se esmeraban en satisfacer sus deseos lúbricos con las estudiantes, se reunían Almudena Grandes, Luis García Montero y el poeta Ángel González para hablar de literatura en el hotel del Escorial, junto a una copa vino, aunque quizás fueran más de una porque acababan cantando. Creo que Almudena Grandes y Luis García Montero son dos supernovas, no solo por su dimensión literaria, sino también humana y de compromiso social. Tenemos en este país una deuda impagable con ellos.

martes, 7 de diciembre de 2021

Los primos exttremeños de J.J. Benítez

 Los primos extremeños de J.J.

Acaba de publicar el periodista J.J. Benítez el libro Mis primos. Ningún trabajo del escritor navarro me deja indiferente. Aunque esté en desacuerdo con sus propuestas, la lectura de sus investigaciones siempre me hace pensar y eso es de agradecer. En este caso vuelve al tema de los ovnis, asunto que ha marcado toda su carrera. A lo largo de más de 700 páginas analiza vestigios de los no identificados. Ha entablado con los extraterrestres tal nivel de complicidad que los llama cariñosamente ‘mis primos’, porque, además, entre sus teorías está que de alguna manera procedemos de quienes nos visitaron en tiempos pretéritos. El trabajo no deja de ser una selección de sus cuadernos de campo.

Extremadura aflora en las páginas de Mis primos. De hecho, apenas empezar, se detiene en las pinturas rupestres de Solanas de Cabañas, pedanía de Cabañas del Castillo. Allí, en los vestigios de antiguos pobladores distingue signos de visitantes del espacio. No menos interesante es el caso de Logrosán (1976) en el que María Sanromán Bazaga la emprende a escobazos con un melón luminoso que se le apareció «lo que dura en rezarse un credo». Se trataba de un foo figther, ya pasada la segunda guerra mundial. También ese mismo año, en Llerena, la carretera N-432 se llenó con una misteriosa luz alargada. 

Pero mi preferido es el muy conocido caso de Torrejoncillo, llamado «el fuego que bajó del cielo». En 1980, una especie de tornado de fuego llenó de pavor a la familia Salgado. Fallecen varios animales domésticos en lo que parecía un auténtico ataque con napalm de la guerra de Vietnam. Todo ello documentado hasta la extenuación. Para pensar, sobre todo ahora que el Pentágono ha creado un equipo de investigación de ovnis, aunque ellos lo llaman Grupo de Gestión e Identificación de Objetos Aerotransportados. La frase: ¡Hay gente pa tó! (Rafael El Gallo).

miércoles, 17 de noviembre de 2021

La soledad del corredor sin fondo

Es tiempo de reencuentros. Hay muchas ganas de recuperar el tiempo perdido y de que los corazones latan al unísono. Volvemos a los cines, a los teatros, a las exposiciones y también a las competiciones deportivas. El caso es hacer algo con gente a tu lado y volver a experimentar ese calor primigenio común y exclusivo de los seres humanos. No soy practicante de deporte. Sin embargo, la vuelta a esta pretendida normalidad me impelía a agitarme, a interactuar, a moverme al compás informe de la masa. La Carrera Solidaria de Kini Carrasco que se celebró este pasado domingo en Cáceres fue la perfecta excusa para prepararme físicamente con un objetivo: completarla con el mayor decoro posible. Aunque cierto es que todo vale si el fin es que los niños que están en oncología pasen jugando ese trance hospitalario.



Nunca había participado en una competición deportiva y es una sensación diferente a todas las vividas con anterioridad. Además, lo hice con mis expertos compañeros de El Periódico Extremadura, lo que hizo más llevadero el envite y me ayudaron en la prueba. Es muy estimulante ver tu ciudad corriendo, con las calles sin tráfico, junto a cientos de personas haciendo lo mismo que tú, en una mañana luminosa, calentada por el sol del invierno. Tengo que reconocer que, como no soy nada deportista, me costó hacer el recorrido. Cuando las fuerzas mermaban había siempre algún ciudadano que me animaba y algunos me reconocían y hasta gritaban mi nombre.
Cuando llegué a Cánovas, mientras los cacereños jaleaban a los deportistas y sonaba la batucada, lejos de sentirme un corredor sin fondo como el que soy, me llené de una extraña alegría, porque lo que hacía tenía sentido no solo para mí, sino para los demás, y para unos niños que al final de todo sonreirán en un momento en el que realmente lo necesitan.

martes, 9 de noviembre de 2021

El gran apagón mental

En todas las conversaciones se está colando el asunto del gran apagón. Desde la teoría de la conspiración ha saltado este rumor, que pretende convertirse en noticia a golpe de click y del boca a boca. Como ya sucediera con el papel higiénico durante los momentos más duros de la pandemia, en las grandes superficies –y Cáceres no es una excepción- se están agotando todos los elementos del kit de supervivencia básico. Infiernillos, velas, linternas e incluso placas fotovoltaicas pequeñas se están agotando y son objeto de deseo. El gran apagón no deja de ser algo propio del ámbito de la especulación que se ha colado en los medios de comunicación, saltándose a la torera cualquier código periodístico mínimo de control de calidad. Los medios, en especial los audiovisuales, deberíamos hacer examen de conciencia, porque estamos dando visos de veracidad a un mero rumor infundado.

Me alegro, porque algunas empresas están haciendo caja a cuentas del gran apagón, pero eso no quita para que haga una lectura algo más profunda. Efectivamente, creo que el gran apagón se ha producido ya. Es un apagón mental, en nuestra sesera. Con la vacuna no nos han inyectado un microchip, sino algo todavía peor: miedo. Como una pandemia de estas características era improbable, el hecho de que haya sucedido nos lleva a pensar que otra catástrofe puede ocurrir en cualquier momento. Y ahí entran los ‘conspiranoicos’ inyectándonos miedos a mansalva. Con pavor en el cuerpo no se puede pensar. Quieren que no lo hagamos. De hecho, barajan quitar la filosofía de la enseñanza media. Eso equivale prácticamente a tratarnos como borregos y a manejarnos a su antojo. No nos quieren despiertos ni críticos. Tener en casa velas, linternas y comida por si falla la electricidad es simplemente muestra de sentido común y es normal tenerlas a mano. De ahí a la que se ha formado hay un abismo que a muchos les interesa que crucemos… muertos de miedo. Refrán: La verdad, permanece, la mentira, perece.

martes, 2 de noviembre de 2021

El calamar y su doble juego

El Colegio Nazaret de Cáceres no recomienda los disfraces relacionados con la serie El Juego del Calamar y se abre un profundo debate en la sociedad. De entrada, celebrar Halloween me parece una soberana horterada. Prefiero mil veces a don Juan Tenorio, con su convidado de piedra y su verbo florido, al ‘truco o trato’ estadounidense que propone elegir entre una dualidad banal y trasnochada. Donde esté un buen ‘calbote’ de castañas con los amigos que se quiten las liturgias yanquis. 

Una vez sentadas las bases sobre lo que pienso de esta fiesta importada quisiera analizar esta recomendación realizada por los docentes. Me parece fantástica. Deberíamos escuchar a los profesores y su magisterio. Yo iría más allá: recomendaría por lo general no vestirse de mamarracho. Es una falta de respeto a los difuntos y un sindios. No he visto El Juego del Calamar. No me gusta la violencia. ¿Han visto ustedes Anillos de Oro o Segunda Enseñanza, escritas por Ana Diosdado? Eso son series: amor, intriga y lección moral. Sí, moral. No sé por qué le tenemos repelús a esa palabra. Lección de vida. A lo mejor me tildan de retrógrado, pero los rombos que la televisión pública ponía cuando emitía cualquier película eran muy útiles. Para millennials: Era una calificación orientativa que se colocaba al comienzo de la serie. Yo no vi en su momento Hombre rico, hombre pobre, ni Dallas. Tenían dos rombos. Ahora esas series comparadas con cualquiera de la actualidad serían aptas hasta para los niños de pecho.

Hemos hecho las cosas muy mal. Los infantes están a un golpe de ratón de toda la maldad humana, que se proyecta a diario en las pantallas o pulula por internet. Con la personalidad sin moldear se les puede hacer mucho daño. El Juego del Calamar solo es un ejemplo más de violencia gratuita. No discuto sus valores audiovisuales, pero creo que los docentes del Colegio Nazaret han estado acertados y comedidos. La responsabilidad es de los adultos, claro está. Ni las tabletas ni las series educan, eso es cuestión exclusiva de los progenitores. 

martes, 26 de octubre de 2021

El blusero

Ha sido mi primer concierto en un recinto cerrado desde que comenzó la pandemia y eso lo convierte en especialmente memorable. El pasado viernes asistí a la presentación del nuevo disco de Charly González en el Gran Teatro. Los reencuentros tienen siempre algo de melancolía e ilusión a la vez, y si son con un músico cacereño todavía más. ¿Han pensado ustedes alguna vez qué han estado haciendo los músicos todo este tiempo? Me refiero a los profesionales, a los que por devoción y oficio han elegido arriesgarse a esa difícil actividad. Pues todos han tenido que hacer su ‘travesía del desierto’ y algunos se han quedado por el camino. ¿Saben ustedes el proceso que hay desde que surge la inspiración hasta que finalmente se plasma en un CD o una actuación en directo? La idea, la letra, la melodía, la música, los arreglos, los cantábiles, las partituras, el registro en la propiedad intelectual, la grabación, los intermediarios, los representantes, los gestores culturales, los políticos… 

No puedo hacer una crítica de lo acontecido en el Gran Teatro. Ni tengo formación, ni puedo, porque la haría desde el apasionamiento. Lo que sí puedo decir es que comenzó y terminó recordando sus inicios en Póker de Blues, añorada banda de mi juventud y eso me gustó. Su tema ‘No tenía que estar aquí’ es una delicia. Además, no solo hubo blues, estilo en el que Charly González es maestro, sino que sus incursiones en el jazz o el reggae con unos temas en los que el amor es protagonista fueron muy aplaudidas por un público entregado. Me alegra ver que un blusero puro como él le cante al amor. Es síntoma de que algo está evolucionado a mejor. Su banda está al mismo nivel de formaciones nacionales como la mismísima Vargas Blues Band. Con un empujoncito Charly González puede tocar el cielo de los elegidos. Tiene el blues en sus dedos y en el corazón. Solo le faltan buenos padrinos para dar el merecido gran salto. 

martes, 19 de octubre de 2021

Castañar en otoño

 Castañar en otoño

Cada pocos minutos, en el silencio del bosque, se escucha la inexorable caída de los erizados calibios

Hay estaciones del año que se identifican con determinados colores. Sin embargo, para mí, el otoño tiene sobre todo un aspecto acústico característico. Me he dado cuenta hace poco haciendo la ruta del castañar, entre Montánchez y Arroyomolinos. Cada pocos minutos, en el silencio del bosque, se escucha la inexorable caída de los erizados calibios, como pequeñas bombas que atraviesan las ramas. Es la señal que dispara en mi interior el cambio de ritmo y empiezo a pensar que el otoño y sus reconocibles sonidos han venido definitivamente para quedarse.

No sé bien por qué, en vez de mirar hacia abajo en busca de las castañas envueltas en su mandorla llena de púas, alzo mi ojos hacia arriba para escudriñar entre las hojas los últimos cantos de los pájaros, ahora en plena muda de sus plumas. Los aromas del campo, con estas primeras lluvias nocturnas, se disparan. El romero empieza a cosquillearte la nariz mientras, en el suelo, el musgo se abre paso con seguridad en las oquedades de las pizarras del camino. 

Tiene este castañar en otoño un poder telúrico indiscutible, que te conecta con lo primigenio. En la ruta que va desde Montánchez a Arroyomolinos se emplean unas dos horas en las que el caminante se encuentra con molinos ancestrales que en tiempos aprovecharon la fuerza de las torrenteras para hacer harinas. La naturaleza los devora, pero aún queda parte de su estructura de pie para reconocerlos.

Mientras tanto, escucho esos misiles naturales cayendo a mis espaldas, como anunciando que pronto cambiarán la hora. Piso el empedrado y pienso en los ciclos del mundo y que tengo que guardar las castañas para asarlas y emplearlas en el ritual del calbote dentro de apenas unas semanas. Será el tiempo de honrar a los que se fueron al amor del fuego. Refrán: Si en septiembre comienza a llover, otoño seguro es.

martes, 5 de octubre de 2021

Un nuevo modelo para la Feria de Zafra

La pandemia nos ha obligado a replantearnos modelos que creíamos inamovibles. En el mundo de los certámenes agroganaderos también. Es la impresión que saco de la última edición de la Feria Internacional Ganadera de Zafra (FIG). Las especiales circunstancias por las que atravesamos obligaron a suprimir la feria lúdica y la comercial.

En la nave del ganado charolés, limusín y blonde de Aquitania, la semana pasada, en conversación con profesionales del mundo de las finanzas y la ganadería regional todos estaban de acuerdo con que esta edición de la FIG abre la puerta a un nuevo modelo organizativo. Los ganaderos, en su mayoría, creen que deberían habilitarse unos días en exclusiva para ellos, para los profesionales, sin visitas del público. Sé que lo que digo no es popular y políticamente incorrecto. Lo cierto es que afirman haber trabajado como nunca y que los animales apenas han sufrido estrés. Los concursos morfológicos se han desarrollado sin aglomeraciones. La profesionalización de la feria es el camino. La foto aérea de la feria copada por un millón de visitantes está muy bien, pero solo es, al fin y al cabo, mera propaganda, una anécdota.

 Volver a la Feria de Zafra ha sido toda una experiencia. Los mayorales me saludaban jaleando entre palmas, en un ambiente de celebración. Muchos ganaderos se me abrazaron como si mi presencia fuera otro síntoma de la vuelta a la normalidad. Creo que si son el motor de la feria es justo que tengan días específicos para ellos, como sucede en el caso de Fitur, cuyas primeras jornadas están reservadas solo para profesionales del turismo. Lanzo la propuesta. Quizá no sea muy popular y siente mal en algún despacho, pero creo que hay que separar lo lúdico de lo comercial y ganadero. Todos saldremos ganando y nuestros grandes campeones no se estresarán. Refrán: En la feria has de ser mercancía o mercader.

martes, 28 de septiembre de 2021

Vuelve la música que cura

Vuelve la música en directo y con ello se da un paso de gigante en el regreso a la normalidad, tan deseada. Regresan la música y los músicos. ¿Alguien se ha preguntado qué han hecho, de qué han vivido los profesionales de este sector en todo este tiempo de travesía del desierto? A todos nos emociona escuchar y ver a los artistas sobre el escenario, pero cuando se apagan las luces y el sonido queda lo más duro, los ensayos y las largas temporadas sin actuar. Sé que ahora mismo las productoras de espectáculos están yendo a pérdidas o a apenas ganar dinero. Solo quieren que el público venza sus miedos y vuelva a llenar salas de conciertos y teatros.

A veces cuando no es un virus es la propia naturaleza contra lo que tienen que luchar los músicos. Estas lluvias de septiembre están tirando por tierra muchas propuestas musicales u obligando a prorrogarlas como fue el caso de Robe y su potente y solvente banda en Mérida. La espera al domingo mereció la pena.

La música tiene un poder sanador y salvífico, que solo conocen los que la disfrutan a diario. Este verano lo leía en el libro del añorado Pau Donés ‘50 palos: y sigo soñando’. Cuenta que estaba en Extremadura, concretamente en Don Benito, rodeado de encinas, mientras leía la carta de una fan. Ella había estado un año en coma por un accidente y su hermana le ponía a diario la canción Depende (1998). Tras recuperarse le escribía al cantante para agradecerle que la hubiera sanado. Y Pau, emocionado, dice: «Esa noche de verano, en Don Benito, canté Depende como nunca antes lo había hecho. Como si ella estuviera allí, viendo el escenario y coreando los estribillos». El artista comprendió en nuestra tierra el tremendo poder que tenían sus armonías y letras. Vuelve la música en directo, regresa su poder para hacernos mejores. De nosotros ‘depende’ utilizarlo. Refrán: Canta la rana, y no tiene pelo ni lana.

martes, 21 de septiembre de 2021

Corazones anestesiados

A veces me parece que nos han anestesiado el corazón. O somos nosotros mismos quienes en un ejercicio de autoconvencimiento adormecemos nuestros sentimientos más humanos y primitivos. Fabulamos con una realidad adaptada para evitar problemas, conflictos internos, como si nada fuera con nosotros.

Esta indolencia se ha extendido por toda la sociedad y confieso que no soy una excepción. Es lo que está sucediendo a estas alturas de la pandemia. El verano ha relajado las costumbres. Se ha bajado la guardia en los encuentros sociales. En ocasiones nos comportamos como si el virus hubiera desaparecido. Sé que hay hambre de reunión, de compartir y recuperar lo perdido. Lo entiendo, pero es peligroso.

Pero no nos engañemos: cada día mueren en nuestro país cerca de un centenar de personas a causa del covid. Esa cifra no es moco de pavo. Y en estas estadísticas no se incluyen los daños colaterales de la merma en la atención a los pacientes de otras patologías y que desgraciadamente también fallecen. Cien familias sumidas en el dolor cada jornada. También nuestra mente nos miente cuando, al ver las estadísticas, nos fijamos exclusivamente en la edad de los fallecidos. Nos refugiamos en que «eran personas mayores o con enfermedades crónicas, o no estaban vacunados». Y suspiramos con alivio. ¿Es que las vidas de nuestros abuelos o de los enfermos valen menos que las de los jóvenes?

Las cifras están ahí, pero son eso para nosotros, solo números sin más valor que una estadística. Nos hemos vuelto como de corcho ante tanta muerte y nos hemos convencido de que no pasa nada. Pues sí que pasa. Y ese dolor pasará factura a la sociedad tarde o temprano. Habrá una generación ‘tocada’ en el alma cuando sus corazones despierten definitivamente. Refrán: La mentira es una escalera, por donde llega a rico quien pobre era.

martes, 7 de septiembre de 2021

Somos agua 'my friend'

En vísperas del Día de Extremadura, nuestra jornada de afirmación regional, me gustaría poner la lupa sobre la belleza y posibilidades de esta tierra. El pasado sábado decidí conocer algunas de las piscinas naturales del norte de la provincia de Cáceres. Soy urbanita y, hasta ahora, prefería el aséptico y controlado espacio de las piscinas públicas, con sus avispas en manada y penetrante olor a cloro. He de confesar que mi criterio ha cambiado drásticamente este fin de semana. En Descargamaría la piscina natural se ha amoldado al terreno con una suerte de azulejos que recuerdan las construcciones de Gaudí. Hay sombra y una cascada que ríete tú de los spas más exclusivos… Los peces nadan a tu alrededor, lo que dice mucho de la calidad del agua. Es verdad que hay mucho musgo en las piedras y tienes que llevar un calzado especial … pero qué buena temperatura tenía. Después, en este peregrinaje serragatino, subimos a Robledillo de Gata, con menos de cien habitantes, pero de una armonía arquitectónica que satura los sentidos y llena de rincones con bares. Una pareja había elegido el municipio para casarse y se hacían las fotos de rigor con las cascadas del río Árrago al fondo. Aquello parecía un remanso de felicidad con el gorgoteo como banda sonora. Su piscina natural también era fantástica y con pocos usuarios y con un fantástico merendero. Somos agua, como decía el famoso Bruce Lee, aunque sea una minoría la que identifique nuestra región con la abundancia de este recurso. Terminamos la jornada en Torre de Don Miguel, cuya piscina natural nada tiene que envidiar a ninguna. Chiringuito perfecto, normas de seguridad sanitaria cumplidas a rajatabla, y una ruta de los molinos perfecta para estirar las piernas y agitar el corazón. A veces creo que estamos mejor así, sin que nadie nos descubra, porque el día que lo hagan se nos acabará este chollo.

martes, 31 de agosto de 2021

Perseidas en Malpartida

Cada año el ritual de las estrellas fugaces me lleva a un punto de la geografía extremeña para verlas y fotografiarlas. Este año hace breves fechas decidí ir al Monumento Natural de los Barruecos. Así, si no disfrutaba de la visión azarosa de las Lágrimas de San Lorenzo, al menos tendría ante mis ojos uno de los paisajes nocturnos más sorprendentes de cuantos conozco. Los rastros que dejan en el cielo el polvo y las rocas del cometa Swift-Tuttle al ser alcanzados por la atmosfera terrestre no tardaron en aparecer. Y el espectáculo no defraudó a nadie.

Por la carretera que conduce a Los Barruecos había una especie de romería nocturna de caminantes. Algunos llevaban sacos de dormir y otros que viajaban en coche hasta el colchón. Todo valía con tal de encontrar una posición cómoda para mirar los límpidos cielos extremeños. 

Alrededor de la charca, con el Museo Vostell-Malpartida al fondo, el paisaje es muy sugerente, con linternas que se agitan como luciérnagas en medio de la oscuridad. Había un gran silencio, solo roto por el canto de los grillos, las ranas y los aplausos cuando uno de estos ‘minibólidos’ surcaba el firmamento. Frente a ellos todo es cuestión de perspectiva, las estrellas fugaces están muy cerca, se encienden en contacto con nuestra atmósfera. En el cielo percibimos luces de estrellas a millones de años luz. Es un viaje en el tiempo. Preside la bóveda celeste la Vía Láctea, como un espinazo gigantesco de la noche.

 A veces me pregunto por qué muchos buscan excitar sus sentidos con viajes, sustancias y emociones artificiales. En Extremadura solo tienes que mirar al cielo para disfrutar de un espectáculo gratuito y especial. Mi deseo fue, claro está, que esta pesadilla en la que estamos inmersos pase pronto de una maldita vez.

martes, 24 de agosto de 2021

Donar sangre en pandemia

Reconozco que desde que apareció la pandemia dejé acudir a los llamamientos para donar sangre que aparecen en mi móvil. Ya saben ustedes que el miedo es libre y que en aquellos momentos tan duros para todos acercarse a un hospital despertaba temores, aunque se tomaran todas las medidas de seguridad, habidas y por haber, tanto desde el Banco de Sangre del SES como desde la Hermandad de Donantes.

La mala conciencia me corroía, especialmente porque soy 0 positivo, un grupo sanguíneo muy codiciado por su capacidad de donar a todos los demás. Sin embargo, el pasado miércoles recibí el SMS que animaba a acercarme al San Pedro de Alcántara y no lo dudé. Quiero contar que estaba todo muy bien organizado y con protocolos hasta para tomarse un botellín de agua. Médicos y voluntarios se preocuparon de que estuviéramos hidratados en todo momento. Teníamos que llevarnos el bolígrafo de casa e ir bien ‘enmascarillados’. Eso sí el hall del hospital y la sala de extracciones eran un auténtico horno en ese día de calor sofocante. Te reciben Pedro Cabezas, un mítico de la automoción local, y Franquete, otro elemento indisoluble del paisaje del Cáceres de Toda la Vida, lo que es muy reconfortante. A su edad podrían estar en escenarios mucho más amables, pero están allí donde se necesita. Donar sangre no duele y estás controlado en todo momento por muchos voluntarios y profesionales.

martes, 13 de julio de 2021

Gana la banca... siempre

Hace escasas fechas fui a una sucursal bancaria a hacer una transferencia. En la puerta nos recibe una empleada que nos pide el DNI para meterlo en una máquina que expende los tiques para distribuirnos entre las ventanillas. La máquina funciona a veces sí y a veces no. Le digo que es para una operación sin efectivo y me contesta con cajas destempladas y me ‘riñe’ diciendo que esa operación la haga desde casa por internet. Yo soy un defensor de los puestos de trabajo en cualquier empresa y entiendo que si todos les hacemos el trabajo por internet a los profesionales de la banca estos irán desapareciendo. La trabajadora de la entrada me informa de que la operación será penalizada con más de 6 euros. ¡Casi 7 euros por un transferencia entre mis propias cuentas aunque sean de distintas entidades! Es una locura. En ventanilla, con algo más de amabilidad, me informan de nuevo del elevado coste de la transferencia. Les digo que me gusta ver a la gente, saludar y sentir que hay alguien tras una fría operación bancaria aunque me cueste dinero. Les añado que se van a quedar sin trabajo si todo se hace por internet. Y asienten con la cabeza . 

Hemos rescatado a los bancos. Se les han inyectado cantidades de dinero espectaculares y lo que recibimos los clientes son un tono altanero o nos obligan a que nosotros hagamos su trabajo. ¿Entiende un señor o una señora mayor cómo entrar en internet para hacer operaciones bancarias? ¿Todos tenemos que saber manejar un ordenador? Me da mucha pena de todo lo que está ocurriendo con los mayores y los bancos. Ahora que se habla tanto de ser inclusivos estamos excluyendo a miles de personas con tanta digitalización en la banca. Me da mucho miedo de lo que nos depara el futuro. Gana la banca… siempre. Refrán: Si tienes hambre ven a mi casa. Si quieres dinero ve al banco.

Leelo en este enlace

martes, 22 de junio de 2021

La Ronda Sureste ya es DTV

A los cacereños nos inauguran una ronda nueva y es como si se abrieran las puertas del patio del colegio. Los brasileños tienen ‘sambódromo’. Pues nosotros tenemos Ronda Sureste para hacer deporte y conocer mundo. Sí, nunca en la historia de esta ciudad los ciudadanos se han apropiado de un espacio de esta manera y lo han hecho suyo en cuestión de días. Si circulatoriamente la Ronda Sureste era necesaria, desde el punto de vista humano no te quiero ni contar. En una semana se ha llenado de cacereños practicantes de algún deporte, del 'senderismo ilustrado' con o sin chándal, más DTV que nunca. Sí, la ronda Sureste ya es ‘de toda la vida’ por aclamación popular. Seguramente la relajación de los protocolos anticovid y las ganas del ciudadano por ejercitar piernas tengan mucho que ver en el éxito de la ronda.

Lo cierto es que no hay momento del día en que no se llene de público, como si fuera una romería, ávido por conocer cada nuevo elemento de paisaje urbano. Parece incluso que estamos en una ciudad distinta, que ofrece diferentes perspectivas naturales. No le falta un detalle a la nueva ronda: carril bici, carril para peatones, profusa ornamentación floral, espacios para el descanso, bancos para solazarse… En fin, tengo que reconocer que yo también me he recorrido la ronda Sureste con una camiseta de la Selección Española. Desgraciadamente esa invocación al gol no ha tenido eco, pero he descubierto un nuevo espacio en esta ciudad que parecía condenada a repetirse. Allí, como si se tratara de una playa onubense he levantado la mano con delectación para saludar a los transeúntes conocidos: “¡Hola don Pepito!… ¡Hola don José!”. Eso sí, me he dado cuenta de que mi equipación deportiva necesita renovarse. Mi fondo de armario de camisetas y calzonas se quedaron en la era del seleccionador Camacho. Refrán: El ejercicio hace maestro al novicio.

martes, 15 de junio de 2021

Adiós a 3 grandes de Radio 3

Nunca entenderé un país que practica la jubilación forzosa. No comprenderé jamás que un ente público como Radio Televisión Española (RTVE), la de todos los ciudadanos, cometa semejante tropelía. Tres grandes de la comunicación radiofónica, que han marcado mi juventud y madurez, se quedan sin sus programas. Se nos priva de su talento por ‘jubilación forzosa’. Julio Ruiz (Disco Grande), José Miguel López (Discópolis y Discópolis jazz) y Javier Tolentino (Séptimo Vicio) han recibido una fatídica carta en la que se refiere en lenguaje ‘burrocrático’ que este viernes 18 de junio se emitirán los últimos Disco Grande, Séptimo Vicio y Discópolis. Discópolis jazz se emite el 20 de junio y tres días después no tendrán ninguna vinculación laboral con RTVE, al igual que una veintena de compañeros del ente público. Una hecatombe.

No puedo creer en una sociedad que aparta a alguien válido y que es feliz haciendo su trabajo y nos lo hace a los demás. Radio 3 (que comenzó en los años 70) es todo un ejemplo mundial de radio al servicio del oyente y del creador de arte, especialmente de aquellos que están fuera de los circuitos habituales comerciales. Creo que se pueden habilitar fórmulas para que estos tres adalides de la cultura con mayúsculas puedan seguir iluminándonos. Me llena de vergüenza y sonrojo que esto suceda bajo la égida de un gobierno ‘progresista’. ¿Realmente este es el futuro que queremos para nuestros mayores válidos y activos? Las voces de estos tres monstruos independientes y con talento me han acunado en muchas ocasiones y ahora los disfruto más en podcast, apoyando con sus inconfundibles voces la música, el cine y la cultura. Pero es que en este país no se quiere a nadie que piense por sí mismo. Se persigue al diferente y se da caza al que es un sabio de verdad. Qué bochorno. Refrán: El sabio no dice lo que sabe y el necio no sabe lo que dice.

martes, 1 de junio de 2021

De vuelta al pueblo, la nueva diáspora

 De vuelta al pueblo, la nueva diáspora

Y, de pronto, los urbanitas de todo el país han vuelto la mirada al pueblo y ensalzan sus bondades y se sienten tan de pueblo como si en el terruño que abandonaron en la pubertad hubieran vivido toda la vida. Tras las mascarillas, en los paseos desengrasantes que nos impone este confinamiento light veo ojos de rostros nuevos que no lo son tanto, familiares de vecinos que retornan al pueblo en una diáspora inversa. Solían regresar unos días en verano, por la Pura, o en septiembre por el Día de Extremadura. Esta pandemia les ha adelantado el reloj biológico y en cuanto se han levantado restricciones de movilidad han regresado besando cada piedra de las ermitas, cada banco de las plazas, cada hierba de sus dehesas. El pueblo estaba en un rincón de la memoria, entre olvidado y maldito, quizá a veces como algo vergonzoso. Pero ahora se transustancian en oasis de libertad, espacios para vivir slow y ¿quién sabe? quedarse a vivir si hay buena fibra óptica. Ahora no hay nada mejor que ser de pueblo, ponerse la boina y conocer sus ventajas. Ojalá esto sea un vuelco para esa situación desigual y signifique una reactivación de la economía. Ha tenido que pasar una catástrofe para que volvamos nuestros ojos al pueblo. Los recuerdos de mi infancia están marcados por un pueblo en la Sierra Norte de Sevilla. Entonces veranear allí me parecía horrible: calor, campo seco y moscas. Ahora, en el pueblo adoptivo extremeño que tengo disfruto cada segundo en la plaza, cada excursión senderista, cada visita a ver fauna local. La sensación de que el tiempo corre más despacio es cierta y las bondades del aire extremeño de sobra conocidas. Los pueblos, los extremeños en particular, van a ser nuestros próximos paraísos. Y tenemos la suerte de tenerlos a 5 minutos y con los brazos abiertos. La frase: Un pueblo que quiere ser feliz no ha menester de conquistas. (Plutarco).


martes, 25 de mayo de 2021

Viajar

Viajar

Los grandes lujos y comodidades son, por lo general, enemigos a la hora de viajar y conocer un país

A la vuelta de la Fitur, la primera gran feria en vivo y en directo que cubro tras 15 meses de pandemia, me asaltan muchas dudas sobre lo que realmente significa viajar. Conozco a personas que han estado en casi todo el planeta. Ellos entraron en muchos países pero ¿esos países penetraron en su corazón? Permítanme que lo dude. En ocasiones, los lujos y las comodidades tan de moda ahora son enemigos del viaje. Por eso para ir a Madrid cogí el tren a la capital. Creo que si reivindicamos un tren digno lo lógico es utilizarlo. La estadística también hace fuerza.

A mi lado, un migrante venezolano me contó la historia de su vida. Llevaba tres años fuera de su país, sumido en una crisis política y económica gigantesca. Sin ver a su mujer ni a sus hijos, de pensión en pensión y con una alta cualificación. Gracias a un esfuerzo titánico había conseguido que su hijo estudiara Medicina en Badajoz. Venía de Francia y todo su capital lo invertía en el billete de tren. Enfrente, una mujer peruana, nerviosa y agitada me preguntaba cada cinco minutos dónde estaba su maleta. Pelo descuidado, manchas de carmín en las manos y un discurso desordenado, marcado por el desarraigo, la migración, el dolor psicológico y la pobreza.

En el trayecto aprendí más de la historia de Perú y de Venezuela que en años de lectura de noticias. Eso es el viaje. Siempre he sido amigo de la coger la mochila y tener los pies negros. No hay nada más hermoso que montar en esos animales mitológicos que son los trenes. En Madrid, un taxista me insistía que, aunque era de izquierdas, había votado a Ayuso, en las antípodas de su credo. Otro taxista, de Valdefuentes (¡oh, el terruño siempre aparece!) me relató su peripecia para dejar el pueblo en plena pandemia. Sí, en Fitur hubo 40 presentaciones profesionales en el estand de Extremadura, pero el camino, como dijo el poeta, se hace andando, que es como más se aprende de todo.

martes, 18 de mayo de 2021

Fitur en mayo y sin folletos

Es extraña esta 41 Feria Internacional del Turismo, en pleno mayo, con los calores incipientes de esta primavera que se resiste a llegar, y sin folletos, ese oscuro objeto de deseo del viajero. A partir de mañana desde el Periódico Extremadura daremos cumplida información de cuanto suceda en el pabellón extremeño de la Institución Ferial de Madrid. 

Es la primera gran feria del país que se desarrolla de forma presencial en mucho tiempo y bajo estrictas medidas de seguridad sanitaria. Precisamente, hace un año Ifema cerraba sus puertas como gran hospital provisional ante la avalancha de casos de covid-19 en la capital de España. Fue todo un ejemplo de respuesta urgente, casi un milagro materializado en horas, en los pabellones 9 y 7. 

El estand institucional de Extremadura se encuentra en el pabellón 9 y será emocionante trabajar allí donde se libró una batalla por salvar las vidas de tantos ciudadanos. Ese pabellón concentra la energía de los profesionales de la salud que se dejaron la piel y la de que los que desgraciadamente abandonaron este mundo a causa de la pandemia.

A lo largo de 30 años tengo atesoradas muchas anécdotas sobre Fitur. La mayoría son festivas y se refieren a hechos que sucedieron fuera del recinto ferial, en lo que es la intrahistoria de la feria. Otras tienen que ver con los problemas técnicos derivados de enviar crónicas desde Madrid hace tres décadas, con procedimientos rudimentarios, como que se llevaran en mano los carretes sin revelar al periódico, o que las conexiones informáticas fueran un desastre. La que comienza mañana será también una feria muy especial por otros motivos. Tendremos el privilegio de llevarles la información a ustedes desde la misma zona cero de la pandemia con el recuerdo presente de quienes luchan contra ella y los que se quedaron en el camino.

martes, 6 de abril de 2021

Posología literaria

Todos los libros deberían indicar, al igual que las medicinas, cuáles son las mejores circunstancias para leerlos. Si para que un ibuprofeno te haga efecto y no haga daño es bueno que se administre después de comer, es lógico que algo similar suceda con la buena literatura. Me he dado cuenta con El huerto de Emerson de Luis Landero. No soy crítico literario y ni tan osado como para pretender valorar su trabajo. Pero sí creo que este libro, altamente recomendable, debería leerse cerca de una fogata o chimenea, rodeado de parientes lejanos y a razón de 3 capítulos por día. Yo lo he disfrutado subido en la solana del pueblo, que no es lo mismo que la lumbre, aunque este lacerante sol pascual ha hecho las veces de hogar. En ese patio, maté en una ocasión un deslabón, esa culebra ciega de la que habla Landero. No es un mito: existen. En la terraza me he identificado con el alburquerqueño cuando afirma que nunca se ha sentido más con un oficio que cuando era guitarrista. En ese gineceo doméstico me he preguntado en silencio sobre el género literario de El huerto de Emerson. ¿Autobiografía? ¿Ensayo? ¿Cuento? Quizá sea todo eso y nada, porque también es metaliteratura. En sus páginas se disecciona la especial relación del autor con distintos autores y libros. Y eso es lo que me ha dado la idea sobre la posología literaria. ¿La metamorfosis? Pues debe leerse en la oficina, 20 páginas al día. ¿Platero y yo? Frente a una dehesa, 5 capítulos día. ¿Un cuaderno de viajes? Subido a un tren, lo que dure el trayecto. La recomendación debería estar en la solapa o la vitola y estar escrita en letras rojas. De lo contrario, el lector corre el riesgo de indigestión literaria. En un mundo en el que los adolescentes hacen gala de solo leer el twitter, esta posología literaria podría hacer incluso que ganáramos algún lector. Y eso es una gran victoria. La frase: Cuanto más se lee, menos se imita. (Jules Renard). 

martes, 30 de marzo de 2021

Amargura

Llegó el Sábado de Pasión y pasó el Domingo de Ramos. De no estar inmersos en esta tragedia sanitaria y económica hubiera hecho estación de penitencia la cofradía sevillana a la que pertenezco. Me van ustedes a perdonar, pero, a pesar de mis treinta años de residencia en Extremadura, la hermandad de San Juan de la Palma (la Amargura) aún es un cordón umbilical que me une a mis hermanos y padres, a mis orígenes hispalenses. Sin duda, las cofradías de toda Extremadura tienen méritos de sobra, pero permítanme que sienta como propias la túnica blanca con cinturón de esparto y la cruz de malta sobre fondo rojo de los nazarenos de la Amargura. No soy habitual de cultos piadosos, ni de triduos, ni de liturgias ‘capillitas’, pero este segundo año sin Semana Santa en la calle, me deja un regusto muy amargo. No se trata de ninguna exaltación estética o folclórica. No es la añoranza ñoña de un día al año con hambre de capirotes, luz, saetas y bulla en las calles. 

La Amargura es como ese territorio seguro que siempre está ahí, con ese mensaje continuo de humildad y templanza que significa el silencio de Jesús ante el desprecio de Herodes. En la parroquia de San Juan de la Palma se han casado mis hermanos, bautizado mis sobrinos, y, de no haber pandemia, mi padre asistiría a las misas sabatinas. La Virgen de la Amargura ha sido objeto de ruegos y rezos familiares desde que tengo uso de razón. 

Estamos inmersos ahora en una larga noche oscura del ser humano, pero no es tiempo de instalarse en el pesimismo. Tenemos la inmensa suerte de tener todos muy cerca, en nuestras parroquias y templos, imágenes que nos hablan en estos días y siempre, en silencio, de la importancia de aplicar la misericordia y el amor a cada uno de nuestros actos vitales. Y solo a través el amor saldremos de este tremendo atolladero en el que estamos metidos. Refrán: En domingo de Ramos el que no estrena se queda manco.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Somos experimentos andantes

La semana pasada, mi mujer, que es personal sanitario, comprobó qué lote de la vacuna AstraZeneca le habían administrado. Pues bien, era el famoso y sospechoso ABV5300. No pueden ustedes imaginarse la inquietud, el miedo, la incertidumbre y desazón que esta situación genera en un ser humano y quienes le rodean. Después vienen las lágrimas y un pellizco sordo que se te agarra al estómago como una tenia. Su situación no es distinta a la de otros 13.000 extremeños, pero eso no consuela. Tampoco te quita el pesar que las autoridades salgan en tromba a defender las bondades de la farmacéutica con estudios y comprobaciones. Estamos inmersos en una guerra de las mentiras donde nada de lo que se dice tiene valor al día siguiente. Dijeron que el covid era una gripe, que apenas habría víctimas, que las mascarillas no eran necesarias, que todo estaremos vacunados en verano… Al final tienen que desdecirse, porque la realidad es como una bofetada en nuestras narices. Estamos en territorio ignoto. No me creo ya nada de nadie. Tienen nuestro bien más preciado, la salud, en sus manos y nos tratan como verdaderos experimentos andantes.

Sospecho que en medio de esta crisis sanitaria y económica hay quienes se están enriqueciendo de forma escandalosa. Sucede en todas las guerras y conflictos. Mientras la mayoría las pasamos canutas, otros se encienden puros con billetes de quinientos. No se me va de la cabeza que este sindios de las vacunas no es más que el trasunto de una guerra de precios y que hay mucho de propaganda en todo ello. No entiendo de medicina, ni de virologías, ni de pandemias. Solo sé que el ser humano que más quiero en este mundo tiene que ponerse en unas semanas la segunda dosis de AstraZeneca, confiando a ciegas en los avances de la ciencia, que, estoy seguro, van en la dirección correcta. Los políticos no, a su bola, con sus peleas de adolescentes, y mercadeando votos y escaños.

martes, 16 de marzo de 2021

Campanas en el patio

Las campanas de la iglesia repiquetean desde bien temprano este domingo. Estoy en la solana de la casa del pueblo. El sol invade con sus tímidos dedos primaverales las zonas umbrías de la terraza. Llaman a entierro, por dos veces, en la luminosa mañana de marzo. Tengo entre mis manos El huerto de Emerson, de Luis Landero, y me siento identificado con él, perdido en un cementerio, desorientado e incapaz de encontrar el panteón familiar. Pienso en que las campanas son el cordón umbilical que nos une con la vieja sociedad acústica, cuando eran las anunciadoras de las actividades trascendentes para el hombre: misas, entierros, casorios, fuego… Todavía la digitalización no ha llegado hasta ahí, pero pronto lo hará. Y seguro que algún algoritmo infame acabará en breve con el oficio de campanero.

A mi lado, ronca la gata Luna, vieja moradora de estos tejados donde las azaleas, los jazmines, y hasta unos tulipanes que traje de Amsterdan, abren ya con decididos dedos los capullos de sus flores. Luna es tuerta, negra zahína y tiene muy malas pulgas. No le quita ojo (el único que tiene) al canario de plumaje verdoso y desgarbado cuando salta de un palitroque a otro en la jaula. Es el único ruido que escucho junto con unos hipidos que pretenden ser su canto, atrapados entre la realidad y el deseo. Desde la solana, si miro hacia abajo, veo todo el patio familiar, mudo testigo de la vida. Allí se han vestido de serrana las mujeres de la casa por San Blas, se han reunido todos para festejar bautizos y bodas, se han cosido sueños y bordado historias. Y el patio está ahí como un último bastión impenetrable de los lares familiares, casi a salvo de los virus asesinos, como un útero materno perenne. Algunas abejas y mariposas comienzan a libar de las flores. Entonces me doy cuenta de la suerte que tengo de estar perdido en el patio. Refrán: Según me encuentre el patio, así haré.

martes, 2 de marzo de 2021

Senderismo ilustrado

Los rigores de la pandemia nos han obligado a cambiar rutinas, aficiones y querencias. Es lo que llamo ‘senderismo ilustrado’, una necesidad, hasta hace un año desconocida, de coger los bastones nórdicos y comenzar a andar bajo cualquier pretexto. El chándal se ha convertido en nuestra segunda piel y las zapatillas de deporte en nuestro mejor contacto con la Tierra. Sí, ese planeta que hemos maltratado tanto hasta que se nos ha revuelto contra nosotros. Muchas veces pienso que si esta pandemia no es un mensaje que Gaia nos manda para recordarnos, como a César, que somos mortales y muy vulnerables. La soberbia del hombre había llegado a alturas insospechadas y, de momento, estamos de rodillas ante un virus mortal.

Este fin de semana he vuelto a recorrer una vez más la ruta del Almendro en Flor de Garrovillas. Ya apenas quedaban flores. Aún así eran muchos los grupos reducidos con los que te topabas. Yo no había practicado el senderismo nunca. Pero el hombre es un ser social y estas rutas son la única manera de contactar con seres humanos sin contagiarse. Además, aparte de la fatiga pandémica, estoy viendo cómo se abulta mi vientre. No se preocupen, no es un síntoma más del covid-19, sino de este sedentarismo forzoso. Durante esos paseos suelo acompañarme de personas mucho más formadas que yo, y planteamos debates candentes: límites de la libertad de expresión, monarquía o república, o si el programa de vacunas está respondiendo. Lo cierto es que el contraste de opiniones se desarrolla con educación, sin voces y sin las alharacas de un programa de Tele-5. El respeto impera entre los intervinientes. Creo que nuestros políticos, en vez de ir al parlamento, tendrían que dar un largo paseo para intercambiar pareceres. Y que no se parasen hasta que lograran un gran acuerdo. Seguro que el ‘senderismo ilustrado’ les sentaría estupendamente. 

martes, 16 de febrero de 2021

Espejismos del febrerillo loco

Sin duda estamos en tiempos de espejismos. El fin de semana de este Carnaval sin comparsas, sin chirigotas, sin desfile, sin Pero-palo, sin nada que llevarse a estos ojos ávidos de devorar colorido, ha sido un ensueño envuelto en brumas. Se levanta el confinamiento perimetral y el sol del invierno anima a los ciudadanos a salir a las calles. Eso sí, con mascarilla, distancia social y litros de gel hidroalcohólico entre las manos.

En mi paseo dominical por los soberbios alcázares del Mercadona de Casa Plata he visto a los fanáticos del deporte en bicicleta, en patines, o a pierna desnuda recorrer las anchas avenidas en dirección al ferial. En el campo, bajo ese calorcillo que solo lo proporciona el astro-rey de febrero, pastan las ovejas y un jinete cabalga un percherón como trasunto de una primavera que se intuye y no llega. Frente a los columpios clausurados se arremolinaban los niños, que jugaban ajenos a este torbellino de dolor en el que vivimos insertos.

Y este espejismo tiene también sus ilusiones acústicas. Urracas, mirlos, abubillas, jilgueros y cogutas inician los rituales de un apareamiento que pronto llegará inexorable, como ese verdor que inunda la tierra gracias a regatos improvisados y llena los campos de flores amarillas como las manos de Dios. A veces pienso si habrá otros planetas tan hermosos como éste, con tanta naturaleza, con tanta vida asomándose en cada resquicio. Pero, me temo que todo ha sido producto de una ilusión, un trampantojo elaborado por nuestro cerebro. Durante unos minutos creí volver a la normalidad, o a lo que pensábamos que era normal.

Cuando llego a casa, me quito la mascarilla con un quebranto interior que nos esforzamos en anestesiar. Me lavo las manos y veo cómo la vida se escapa por el sumidero. Refrán: Febrero febrerín, el más corto y el más ruin.

martes, 9 de febrero de 2021

Agustín Reina, hombre de campo

Se ha ido con la misma discreción y sencillez con la que vivió. El empresario, ganadero y hombre de campo Agustín Reina Villarroel (77) falleció la semana pasada y esta luctuosa noticia ha pasado desapercibida para todos los medios de comunicación, sumergidos en la vorágine del covid y sus consecuencias. Creo que es de justicia rendir homenaje a este señor del agro regional que me enseñó poco a poco las virtudes de la raza vacuna charolesa.

Reina fue tesorero y presidente de la Asociación de Criadores de Ganado Vacuno Charolés de España (1984-2010). También fue un buen presidente de Asaja, asociación a la que dedicó su esfuerzo y dedicación durante años sin esperar relumbrón o recompensas. Ganó las elecciones al campo en Extremadura y remozó su sede social cuando estaba en la calle doctor Marañón. Menudo y redondo, buen observador, Agustín Reina era una persona encantadora, luchadora incansable, siempre dispuesto a todo, con espíritu conciliador y con una sonrisa permanente. De hecho, su más cercano colaborador en la asociación, Diego Guerrero, le seguía tratando de «presidente» décadas después de que abandonara el cargo. La última fotografía que tenemos de él en nuestro archivo data de 2013.

Agustín Reina fue un hombre generoso que perdió su tiempo y su dinero en pro del agro regional, asistiendo a reuniones por toda España. Su explotación ganadera se encuentra entre Brozas y Alcántara. Allí estaba siempre, con sus trabajadores, feliz subido al tractor y ayudando al que lo necesitaba. Pasaba todo el tiempo a pie de campo y no abandonaba la finca salvo para estar con su mujer, hijos y nietos. Aunque pueda parecer un tópico, casi hagiográfico, Agustín Reina era un gran amigo de sus amigos y deja una familia desolada. Y al campo extremeño más huérfano que nunca de gente auténtica y sencilla como él

martes, 2 de febrero de 2021

Sueño un país

Sueño un país en el que nadie se salte la cola por respeto a los demás. En el que, si hay una situación de emergencia, los altos cargos militares sean nuestro escudo y no reciban primero las vacunas destinadas a los ancianos que deben defender. Sueño un país sin lameculos y pelotas que cuando tienen acceso a un medicamento no se lo ofrezcan primero a sus jefes esperando que este gesto les sirva para perpetuarse en sus trabajos bien remunerados sin esfuerzo. Sueño un país sin correveidiles con cargo político que, en vez de servir a la sociedad, solo piensen en servirse a ellos mismos y a los suyos. Sueño un país en el que no haya 700 altos cargos vacunados irregularmente y solo dimita una decena de ellos. Sueño con un país en el que un gerente de hospital tenga las entendederas mínimas para comprender que si vacunas a un mensajero, al cura y a los sindicalistas antes que al propio personal que está en primera línea está mal, muy mal. Sueño un país en el que el nivel del gobierno y partidos de oposición pueda superar un test mínimo de competencia. Sueño con una universidad que forme en el futuro a nuestros jóvenes y no sea una fábrica de venta de títulos on-line a los más pudientes y que estos créditos nunca se regalen a detentadores del poder. Sueño con un país en el que la educación y el diálogo presidan el día a día, y en el que la corrupción (ni grande ni pequeña) no sea la moneda de cambio. Sueño un país en el que el jefe del Estado no haya dedicado toda su vida a amasar dádivas, tarjetas opacas y billetes irregulares que contar con delectación. Sueño un país cuya bandera una a todos y no sea motivo constante de disputa. Sueño un país en el que quienes detentan una responsabilidad pública la tengan por sus méritos y no por las palmadas en la espalda que dan. Sueño un país, en definitiva que no se parece en nada a éste. La frase: “Qué buen vasallo si hubiera un buen señor” (Cantar del Mío Cid, verso 20)

martes, 26 de enero de 2021

Insolidaridad digital

El Rubius, nuestro youtuber nacional con más seguidores, anuncia que se muda a Andorra para pagar menos impuestos y se arma la marimorena. No entiendo por qué nos sorprende esta revelación hecha con desdén mientras jugaba a algún videojuego en directo. Desde hace años deportistas, políticos y reyes, entre otros nobles oficios, han decidido abjurar de su país para que su abultada cartera siga en esa situación. Que los millonarios sean egoístas no es sorprendente: ya sabemos cómo se adoban las grandes fortunas. Ahora la excusa tecnológica vuelve a sacar a la palestra un debate que era antiguo. Lo que me sorprende es que a los millones de seguidores de estos ‘creadores de tendencia’ y nuevos chamanes de la realidad no se den cuenta de lo insolidario que es este comportamiento. Estamos amamantando una generación de indolentes.

No voy a entrar en la calidad del contenido que crea este muchacho de pelo desordenado y dicción complicada. Lo cierto es que twitchers y streamers –así se llaman- se están empadronando en Andorra como locos en medio del estupor general. Si esta forma de ver el mundo se impone, en conjunción con la generalización del teletrabajo, aquí solo vamos a pagar impuestos cuatro románticos conscientes de su importancia en la construcción de hospitales, carreteras y servicios que disfrutan sin excepción todos los ciudadanos de un país, incluso los youtubers. Aquí pagarán impuestos sus seguidores, en muchas ocasiones jóvenes con pocos recursos que no pueden tener una casa en España y otra en Andorra, que se quedan obnubilados con una partida de videojuego. Lo que más me preocupa es esa proyección que el comportamiento egoísta y egotista está teniendo en una generación que no lee y no es crítica con la realidad. Los resultados ya los estamos sufriendo. La frase: El egoísta se ama a sí mismo sin rivales. (Cicerón). 

martes, 19 de enero de 2021

Sensación de bochorno frío

Voy de casa al trabajo y del trabajo a casa. No he querido ir a visitar a mis familiares en Sevilla durante las navidades. El círculo de personas con el que me relaciono puede contarse con los dedos de una mano y siempre bajo litros de gel hidroalcohólico, mascarillas y distancia social. Los pésimos resultados de la pandemia me hacen sentir abochornado y agotado. Mientras unos ciudadanos hemos seguido a rajatabla los consejos sanitarios, otros se han dedicado a transgredirlos sin miramientos so pretexto de que es algo que solo compete a ellos. Como he dicho en otra ocasión se trata de un cierre perimetral del corazón, de una falta de empatía brutal. Decía Sartre que el «infierno son los otros», pero en este caso no puede aplicarse. Estamos todos subidos a esta bola redonda que surca los espacios siderales y lo que hagamos en ella nos afecta a todos por igual. No me extraña que esta pandemia sea una forma en la que Gaia, la Tierra, nos avisa del poco cuidado que tenemos con este gran regalo que es el planeta donde vivimos.

El mundo está inmerso en la anomia, una falta de referencias alimentada por nuestros propios mandatarios. No nos pueden decir que hay que ser responsables y autoconfinarse, para seguidamente animar a reactivar la economía yendo a los bares y tiendas, para después cerrarlos. Esto es un ‘sindios’. Espero que todos los patinazos que los políticos están dando pasen la factura debida ante las urnas. Esta pandemia se va a llevar a miles de personas, la generación que trajo la democracia, y a gran parte de la clase política. Espero que para bien y los que vengan tras ellos sean más empáticos con los ciudadanos, más diligentes en sus actuaciones y más sinceros en sus planteamientos. Desgraciadamente este virus está sacando lo peor de nosotros: el egoísmo y la ineptitud más recalcitrantes. Refrán: Bochorno frío, aumenta el río. 

martes, 12 de enero de 2021

Ángel del Cid, que nunca se jubiló

En ocasiones la agenda de la actualidad y de las circunstancias manda en el continuum informativo. Es lo que ha pasado de alguna manera con el fallecimiento, casi de puntillas, de Ángel del Cid (84 años) a principios de 2021. Del Cid fue conocido como el ‘rey del jamón ibérico’ cuando su empresa, Mafresa, se encontraba en pleno auge. Como otros grandes de los negocios en esta bendita tierra fue Premio Empresario Extremeño del Año 2006, cuando puso en marcha una línea de precocinados de jamón, la famosa quinta gama. En aquella ocasión, dijo que el secreto del éxito es el «entusiasmo, voluntad y mucha lucha». No le faltaba razón a este frexnense de adopción que llegó con apenas diez años a Fregenal de la Sierra junto a su padre, maestro y que estudió Profesor Mercantil.

Siempre de espíritu emprendedor, Del Cid fundó en 1960 Agrofico, de productos para el campo, a la que siguió Minolta España. Con todo el capital conseguido tras la venta de esta última, puso en marcha Mafresa, que contó siempre con una excelente relación con el mundo de la política, gracias a la cual multiplicó la capacidad de la firma, tanto en procesado de producto como en metros y número de trabajadores. Llegó a producir 100.000 cerdos ibéricos al año. Supo de la importancia de tener buenos contactos en la capital. Pasaba en Madrid largas temporadas y la publicidad de sus exquisiteces llegó a aparecer en el metro. Desgraciadamente, perdió hace una década el control de Mafresa, que en la actualidad ostenta el Grupo Jorge. Sin embargo, seguía al frente del hotel Cristina en Fregenal de la Sierra. No se rindió, luchó hasta el final con una larga enfermedad, imbuido siempre de ese espíritu incansable que siempre le caracterizó. Otro grande que nos deja. Refrán: Las personas no dejan de jugar porque crecen, crecen porque dejan de jugar.