viernes, 29 de diciembre de 2006

SILLAS VACÍAS EN LA CENA DE NOCHEBUENA

Tras la noche más buena del año y uno de los pocos descansos universales que tiene la prensa, tengo la responsabilidad de dirigirme a ustedes. Este texto seguramente se haya editado mientras regreso en un autobús Alsa desde Sevilla, de estar con los míos. Recuerdo las navidades con la vecina de al lado sentada a la mesa. Poco a poco esa mesa se fue llenando de huecos. Todos los tenemos. Ustedes los han tenido este domingo. Es algo de lo que nadie se salva. Y esas ausencias no las llenan las televisiones de plasma, los coches deportivos o la muñequita Leonor (un horror, como la institución que representa). No, no hay nada que suplante las sentencias de la vecina que no está, los platos que preparaban las abuelas o aquel tío que siempre contaba el mismo chiste.
En mi casa, siempre tenemos unos segundos para recordar a los que ya no están. Y también tenemos una tradición que desde hace décadas ponemos en práctica. Apuntamos con el tapón de la botella de sidra El Gaitero a un jarrón antiguo que está en una repisa cerca del techo del salón. Acertar es realmente difícil. En 37 años sólo hubo una Navidad en la que el tapón impactó en el reborde y logró tirarlo al suelo. Se hizo mil pedazos. Todos los comensales, vecinos, padrinos e invitados se alegraban y celebraban ese acontecimiento único. Salvo mi madre. El jarrón no tenía valor. No nos quiso decir por qué le dio tanta pena. Después lo supe: al año siguiente ya empezaron a faltar comensales a la cena. Refrán: El sabor del mazapán no reemplaza a quienes se van .

LA NAVIDAD SE HACE SOLO PARA ELLOS

Para aquellos que no mandan en su casa y viven solos. Para los que son los reyes de la oficina y acaban contándole sus penas al camarero al final del día. Para los que son el alma de las fiestas y no se saben de la misa la mitad. Para el lacayo que siempre le hace la pelota al jefe y nunca asciende. Para aquellos que ríen en público y lloran en privado alguna enfermedad. Para los niños que hicieron los deberes y no tuvieron nunca merienda. Para los monaguillos que aguantaron estoicamente unas manos desnudas en lo oscuro de la sacristía. Para los enamorados que fueron declarados en peligro de extinción. Para las mujeres que siempre rechazan un amante por la posibilidad de tener otro que le pague los visones. Para los miles de muertos que se afeitan a diario en las grandes ciudades para ir a sus trabajos. Para las solteras virginales que solo tienen la razón de su existencia en los sobrinos. Para los vientres infecundos que ansían llenar la tierra de hombres. Para los gigolós que trabajan donde otros se divierten. Para los mutilados que esperan una prótesis perfecta. Para los torturados por culpa de unas ideas estrafalarias. Para los directivos de los grandes almacenes mundiales. Para los que creen que son algo sólo por el dinero que tienen. Para los que sufren y los que lloran por ser fieles a sus principios. Para los hambrientos de espíritu que siempre caen en la tentación. Para los que viven al día y no saben qué harán mañana. Para ellos, sólo para ellos, se inventó la Navidad de la televisión. Refrán: Para todos hay que desear la llegada de la Paz.