martes, 2 de febrero de 2021

Sueño un país

Sueño un país en el que nadie se salte la cola por respeto a los demás. En el que, si hay una situación de emergencia, los altos cargos militares sean nuestro escudo y no reciban primero las vacunas destinadas a los ancianos que deben defender. Sueño un país sin lameculos y pelotas que cuando tienen acceso a un medicamento no se lo ofrezcan primero a sus jefes esperando que este gesto les sirva para perpetuarse en sus trabajos bien remunerados sin esfuerzo. Sueño un país sin correveidiles con cargo político que, en vez de servir a la sociedad, solo piensen en servirse a ellos mismos y a los suyos. Sueño un país en el que no haya 700 altos cargos vacunados irregularmente y solo dimita una decena de ellos. Sueño con un país en el que un gerente de hospital tenga las entendederas mínimas para comprender que si vacunas a un mensajero, al cura y a los sindicalistas antes que al propio personal que está en primera línea está mal, muy mal. Sueño un país en el que el nivel del gobierno y partidos de oposición pueda superar un test mínimo de competencia. Sueño con una universidad que forme en el futuro a nuestros jóvenes y no sea una fábrica de venta de títulos on-line a los más pudientes y que estos créditos nunca se regalen a detentadores del poder. Sueño con un país en el que la educación y el diálogo presidan el día a día, y en el que la corrupción (ni grande ni pequeña) no sea la moneda de cambio. Sueño un país en el que el jefe del Estado no haya dedicado toda su vida a amasar dádivas, tarjetas opacas y billetes irregulares que contar con delectación. Sueño un país cuya bandera una a todos y no sea motivo constante de disputa. Sueño un país en el que quienes detentan una responsabilidad pública la tengan por sus méritos y no por las palmadas en la espalda que dan. Sueño un país, en definitiva que no se parece en nada a éste. La frase: “Qué buen vasallo si hubiera un buen señor” (Cantar del Mío Cid, verso 20)