martes, 22 de diciembre de 2020

Fuentes: el caminante impenitente

En literatura, como en periodismo, el autor puede transitar por las adormecedoras autopistas del algoritmo de Google y el testimonio de oídas, o bien dar un volantazo por las incómodas y tortuosas carreteras secundarias y los caminos rurales. Y todos sabemos que la segunda opción es la más honesta con la profesión de narrador.

Es lo que sucede a Eugenio Fuentes en su último trabajo Rutas, Dones, Heridas (Editora Regional) donde el autor montehermoseño bucea en el adn de Extremadura una década después de la primera entrega de Tierras de Fuentes, donde hablaba de Tierras, Frutos y Rostros. A la espera de nuevas aventuras de Ricardo Cupido, este libro se convierte en un excelente aperitivo, a la par que un buen discurso sobre nuestra identidad y las distintas extremaduras que hay en Extremadura.

Y Fuentes se ha calzado las botas y subido a la bicicleta por la dehesa en su periplo recopilatorio de artículos donde, lejos de convertirse en inquisidor con hachón encendido en su mano dispuesto a quemar vivo al hereje, lo hace desde un prisma amable e irónico.

Anécdotas como la de Felipe González e Ibarra por la A-66 o paseos por el megalistismo extremeño y sus piedras en equilibrio inestable, son algunas de sus rutas. Los dones constituyen un homenaje a amigos y experiencias como la del bodegón de Felipe Checa o el hierro de Miguel Sansón. El autor nos pasea por el estudio de Javier Remedios y la magia de la creación artística.

No tiene pudor al hablar de las heridas de nuestra tierra: el desierto demográfico, el drama de los tabaqueros o la seca. Finaliza el libro con una curiosa anécdota sobre el independentismo que personifica en la barretina jacobina y el gorro de Montehermoso, su pueblo. ¡Ojalá fuera Fuentes corresponsal del New York Times! Refrán: A Castilla el suelo. A Extremadura el vuelo.