martes, 23 de octubre de 2018

Los niños olvidados

Nada os concedió la vida. Apenas un hálito de consciencia, como si fuerais un error, un fallo del sistema, de esta matrix actual donde todo se compra, se vende o tiene precio. Hasta los úteros se alquilan.

Son los niños olvidados por sus progenitores y aparecidos muertos en autobuses, en coches o en domicilios donde empezaron a conocer la realidad de un mundo que os relegó al exterminio. Da igual que sea en México, Estados Unidos, Barcelona, Mallorca o Madrid. No hay fronteras cuando se trata de condenar a alguien indefenso a un ostracismo eterno y silencioso. El mundo gira en un vértigo demencial. Y a lomos de esa velocidad y su tráfago perdisteis lo único que teníais: la vida.

Existencias sin apenas recorrido, proyectos inacabados, acordes interrumpidos de un concierto con apenas compases, los niños olvidados me clavan en sueños su mirada vacía y penetrante a la vez. A veces pienso en sus padres y me pregunto qué pudo ser más importante en ese momento que procurar seguridad, amor, aire o alimento a sus hijos. Los imagino en una desesperación infinita, con los ojos envueltos en lágrimas sin escapar de la pesadilla en que se ha convertido su vida.

Siento que algo estamos haciendo muy mal todos si los cristales tintados de un coche esconden bebés muertos por la indolencia o el despiste. Y quiero creer que, como en el Peter Pan de James Matthew Barrie, viven ahora en el País de Nunca Jamás, ajenos al dolor de la existencia.

El alma de los niños olvidados debe estar en algún cielo, pero sus padres quedan condenados para siempre a un infierno en vida hasta el fin de sus días. Yo no podría vivir con el peso de esa culpa sobre mis hombros y siento una pena negra e infinita cada vez que leo una noticia sobre niños muertos por un descuido humano. Una sociedad que olvida los niños hasta la muerte está condenada irremediablemente al mayor de los fracasos.

martes, 9 de octubre de 2018

Arde Sintra

Cuando he leído este fin de semana que el fuego devoraba la sierra de Sintra (Portugal) no he podido más que sentir un estremecimiento. Con un balance de 18 personas heridas leves y cientos de evacuados, no cabe duda de que ha sido un incendio de grandes dimensiones, en este verano que no parece acabar nunca. Y mi corazón se ha conmovido porque no hace mucho tiempo estaba allí, conociendo los espectaculares recursos naturales y patrimoniales de la zona, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

Parece mentira que tan cerca de Extremadura se encuentren espacios tan llenos de historia y tan hermosos. Sintra no se conoce ni se disfruta en un día. Son necesarias varias jornadas para comprenderla en su totalidad. Tiene lugares que parecen sacados de cuentos de hadas, como el Palacio da Pena, residencia de la familia real portuguesa durante el siglo XIX. Su colorido, su arquitectura romántica y el excelente estado de conservación de las estancias sorprenden al viajero. Además, la simbología esotérica de sus jardines y fachadas siempre me intrigó. Destaco una ventana consagrada al Tritón como alegoría de la creación del mundo, que es de estilo manuelino. No deja indiferente.

En Sintra hay otro espacio que merece más de una visita: la Quinta da Regaleira. Adquirida por Antonio Augusto Carvalho Monteiro a los barones de Regaleira en 1892, parece totalmente un castillo de la bruja de Walt Disney. A todo el que le atraiga lo que esté relacionado con la masonería encontrará en el palacio y su espectacular jardín-laberinto el verdadero paraíso. Pocas veces he disfrutado tanto como cuando recorrí su pozo iniciático desde arriba hacia abajo y llegué a la Rosa de los Vientos. El lago de la cascada, al que se accede por unas grutas es otro de los lugares llenos de encanto y misterio.

Ahora que este incendio parece controlado, respiro tranquilo porque ese rico patrimonio, tan cerca y tan lejos, sigue intacto. Refrán: Fuego sin humo puede haber; pero humo sin fuego no puede ser.

martes, 2 de octubre de 2018

Eroski, adiós al ‘rompeprecios’

La inauguración del Centro Comercial Ruta de la Plata fue uno de mis primeros trabajos periodísticos en El Periódico Extremadura. Recuerdo una excelente fotografía de nuestros reporteros gráficos que reflejaba la ‘locura’ que desataba esa gran superficie entre los cacereños, quienes entraban como locos corriendo en pos del supermercado Eroski.

Entonces a Eroski le llamaban la ‘locomotora comercial’ del centro. Ahora que ese tren parece que va camino de vía muerta, viene a mi mente su primer gerente. Se llamaba Chus Condón. Su secretaria antes de que yo entrara a su despacho a entrevistarle me pidió por favor que no le preguntara su apellido. Un tipo singular, sin duda, este Condón, que se especializó en el reparto de folletos de ofertas. Normal, con esa filiación. A Chus, calvo y de mirada algo inquietante, le sucedió Pedro Calderón. Junto a Antonio de Salesanz, un experto en márketing llegado de Jerez de los Caballeros, se propusieron convertir a Eroski en la piedra angular de la ciudad. Y, en cierto modo, lo consiguieron. Calderón era un señor regordete y excesivo que parecía salido de una película española sobre el pelotazo urbanístico. Las cuñas en radio eran constantes y machaconas: «Eroski, Eroski, Eroski… ¡El rrrrrrrompepreciosssss!». Un día en plena fiebre’ eroskiana’ fui a entrevistar a Pedro Calderón y me dijo que «Eroski ya era más famoso en Cáceres que la Virgen de la Montaña». La frase, puro márketing, era un trasunto de la famosa de John Lennon: «Ahora Los Beatles somos más famosos que Jesucristo».

Me apena mucho que desaparezca Eroski de la ciudad, pues durante años ha sido el paisaje habitual de muchos cacereños de la provincia los fines de semana. Es muy triste que la desidia y el abandono hayan relegado al olvido a Eroski. Y lo peor son los puestos de trabajo que se pierden, síntoma de que algo va muy mal en esa ciudad. Refrán: La conciencia es un estorbo en el comercio.