martes, 5 de marzo de 2024

Íbamos a ser mejores...

Durante la pandemia repetimos un mantra que rezaba que de aquel trance «íbamos a salir mejores». Nada más lejos de la realidad. El alto nivel de egoísmo y violencia se palpa hasta en la cola del pan. Tenemos a flor de piel la contestación desairada y el feo al vecino. Aquello de que «el infierno son los otros» de Sarte está en plena vigencia. Lo malo es que, mientras repetíamos esa fe en la bonhomía universal, abrigábamos la sospecha de que a nuestras espaldas algo se estaba cociendo. En cualquier situación de crisis mientras unos las 'pasan canutas' otros se hacen millonarios. Desgraciadamente, estas suposiciones se están confirmando.

El caso Koldo revela que, supuestamente, mientras hacíamos mascarillas con trapos y gomas y muchos agonizaban en los hospitales, a razón de mil muertos al día, otros, en la sombra, hacían business de la forma más abyecta, traficando con nuestra salud. Aprovecharon la situación para llevárselo calentito. No sé si han reparado en lo parecidos que son el caso ERE en Andalucía y el caso Koldo. Tras lograr un supuesto bien común, la paz social en el primer caso y el abastecimiento de un artículo clave para la salud en el segundo, unas personas sin apenas formación aprovechan una falla en el sistema para enriquecerse. Arriba de la pirámide, los que mandan miran hacia otro lado. Abajo, los mandados, se llenan los bolsillos con comisiones y sueldos que no deberían percibir. El dinero canta mucho. ¿No se extrañaban los notarios de que se adquiera a nombre de una menor de edad un inmueble en Benidorm por 115.000 euros sin constituir hipoteca? ¿Los enriquecimientos patrimoniales fruto de las mordidas no se detectaban en Hacienda? A los ciudadanos de a pie, a los curritos, se nos pone la lupa en cuanto que nos salimos un poco de la normalidad y se nos hace una ‘paralela’ en un santiamén. También hay otra coincidencia entre el Caso ERE y el Koldo. Un chófer, en el primero, y un guardaespaldas en el otro, eran los que movían el cotarro y se llevaban las mordidas.

Por último, me preocupan los escenarios donde se fraguan estas componendas. Existe una querencia a las marisquerías brutal. No sé qué tiene eso de pelar la gamba y de chuperretear centollos y patas rusas que vuelve locos a estos listos. El dinero, además, no se emplea en adquisición de libros o asistir a espectáculos culturales. Se han comprado más una treintena de Lamborghini y apartamentos en zonas costeras. Una horterada. En fin, la pandemia no nos ha hecho mejores, nos ha lanzado a la cabeza el agua helada de una jarra de realidad que abochorna.