La absurda muerte de René Robert
La muerte de René Robert me ha conmovido. No por la desaparición de quien inmortalizara en sus trabajos fotográficos a lo más granado del flamenco, como Paco de Lucía o Camarón, que también, sino por las circunstancias tan desgraciadas de su fallecimiento, tremendamente reveladoras de la inhumanidad que nos está caracterizando. René, de 85 años de edad, había salido a dar un paseo. Se desplomó en una calle del centro de París y permaneció allí, ante la mirada ignorante de los transeúntes, tirado en el suelo, sin nadie que lo auxiliara, hasta bien entrada la madrugada. A las seis y media de la mañana un ‘sintecho’ dio la voz de alarma y alertó a los servicios de emergencia. René había fallecido por hipotermia en una calle transitada, ante la desidia y la molicie de todos. El laureado reportero gráfico no recibió un auxilio que previsiblemente le habría salvado la vida. ¿A dónde hemos llegado?
Esta situación me recuerda a la sufrida por Javier Echeverría-Torres Sauquillo, hijo de la política Paca Sauquillo, gran defensora de las libertades públicas, quien fallecía en el metro, donde se encontraba completamente solo, sin poder hablar, enfermo y en estado de semi-inconsciencia. Los responsables de seguridad que debían auxiliarle lo sacaron a la superficie y lo abandonaron a la intemperie, donde murió. Fueron condenados.
Ya dijo Sartre que «El infierno son los otros», pero es una concepción del mundo excesivamente egoísta. Parecía que la pandemia nos iba a volver más empáticos con los problemas de los demás, pero desengañémonos, no es así. Me atrevería a decir que todo lo contrario. Nuestros hermanos están colapsando por las calles y nos importa un pepino. No somos humanos, no me reconozco en el espejo en el que me miro a diario. Refrán: Cuando el villano está en el mulo, no conoce a Dios ni al mundo.