martes, 19 de marzo de 2024

Manolo García, el tábano social

 Manolo García, el tábano social

Recuerdo la frase del poeta Gabriel Celaya que decía aquello de «tomar partido hasta mancharse». El caso del músico Manolo García, que pasó este fin de semana por Cáceres, es paradigmático en este sentido. No voy a glosar su concierto, que ya se ha hecho con acierto. Pondré la lupa en sus meditadas palabras entre una canción y otra, en las que rezuma un mensaje repleto de autenticidad.

Lo primero que destaca es a quién iba dedicado el recital: a la Asociación por la Defensa de la Naturaleza de Extremadura (Adenex) y a los pequeños y medianos agricultores. Añade que lo viene haciendo siempre así. Es fiel a su palabra. Recuerdo hace años un concierto en el hípico de Cáceres donde hizo esa misma dedicatoria y en el que sacó una pancarta contra la refinería. Aquello le granjeó no pocas enemistades con el poder político. El sábado, desde las primeras canciones, refrendó su apoyo a las movilizaciones de los agricultores, que forman parte del primer eslabón de la cadena vital del ser humano.

La vocación ecologista de Manolo García es una de sus improntas y, de hecho, continuó lanzando soflamas en este sentido. Lo primero que hizo fue alabar «lo bien que vivimos los extremeños», gracias a una naturaleza bien conservada como en ningún otro lugar de Europa. Sospecho que a Manolo García le encantaría vivir aquí. Después, dio consejos sobre las llamadas energías verdes o alternativas. Fue especialmente insistente en el lugar de ubicación de las placas fotovoltaicas. Afirma que tienen que colocarse en las medianas de las autopistas y en lugares ya perdidos desde el punto de vista conservacionista, «como los polígonos industriales», pero no en los tejados de las casas de los hermosos pueblos extremeños. Y también le dio un repaso a la energía eólica: los molinos no deben instalarse en tierra firme, sino en el mar, donde no suponen un quebranto ni estético ni natural. Ay, Manolo, nunca te tomes vacaciones de ti mismo. Eres como decía Sócrates, el tábano social, el que recuerda a cada momento nuestros errores y nos pone frente a ellos como un espejo, el que denuncia las injusticias y plantea las preguntas que nos incomodan a todos. Finalmente, de soslayo, se refirió al problema territorial: «solo sé que solos no somos nada y que juntos se logran más cosas, como me sucede con mis músicos». Genio y figura. Y eso que estaba cojo y griposo.