martes, 24 de junio de 2014

¡Socorro, llega el 'penekini'!

Dicen que la minifalda y los bikinis llegaron en un momento de crisis económica porque era necesario vender mucha ropa que consumiera poca materia prima. Debe ser por eso que el nuevo bañador masculino que hace furor este año es el 'penekini'. Creo que los taparrabos de las tribus africanas son más recatados que esta prenda de baño masculina pensada, al parecer, en exclusiva para el hombre metrosexual. En mis tiempos mozos había bañador (que se puede poner por debajo de la tripa o por encima, como Cachuli ) y braga náutica, el 'paquetero' de toda la vida. Ahora se ha ido más allá con el 'penekini'. Es un trozo de tela que solo cubre pene y testículos rodeando una pierna. No puede usarse si no estás depilado, pues prácticamente todo el pubis está al descubierto. Y por supuesto, se te ve el culillo, en el mejor de los casos. Su inventor es el colombiano Alfredo Barraza y lo hizo con idea de que pudiera quitarse una vez metidos en el agua, pues se coloca en la muñeca como una pulsera. Un genio del diseño, sin duda. Tiene la ventaja de que no deja esas molestas marcas del sol y el cuerpo queda totalmente bronceado. Advierto que no lo puede llevar cualquiera, porque requiere de cuerpo escultural y ausencia de pudor a la vez. Su precio también es muy atractivo, pues no supera los cinco euros. Estoy deseando llegar a las playas de Huelva este verano y saludar a unos y otros con mi 'penekini' puesto. Eso sí, si mi interlocutor o interlocutora baja la mirada hacia el bañador no será culpa mía, sino del 'penekini'. Refrán: Barba bien bañada, medio rapada

miércoles, 18 de junio de 2014

El muy peligroso 'legado de Tibu'

Cada época tiene sus modas, adaptadas a las circunstancias sociales, que nos pueden gustar más o menos. Pero hay algunas de ellas que rayan en la irracionalidad más absoluta, se mire por donde se mire. Me refiero a ese fenómeno viral que se llama 'el Legado de Tibu'. Una persona se pega un baño y antes de hacerlo nombra a otras tres que --de no bañarse ante la cámara y colgarlo en una red social-- deben pagar una mariscada. Así, sin comerlo ni beberlo. Por el artículo 33. Vamos, que esto no deja de ser una extorsión encubierta, lo que pasa es que suele tratarse de amigos, eso te hace seguir la broma. Pero lo que comenzó de forma simpática ya se ha cobrado su primera víctima hace escasas fechas. En Béganne (Francia) el pueblo está hundido por la muerte de un joven de 19 años que cumplió este 'legado' tras lanzarse al río en bicicleta. También hay otro muchacho herido en la playa de Wimereux y sólo es el comienzo de una larga lista. En España ha llegado esta moda y ya una mujer llamó al 112 en Navia (Asturias) tras ver cómo se lanzaba un muchacho vestido a la ría. Por cierto que el famoso 'Tibu' es un gallego de 27 años que vive en Suiza donde trabaja tranquilamente como ingeniero. El fue quien trajo a España la cadena, que comenzó en Estados Unidos para salvar a un niño de cáncer. Lo que se inició con un fin altruista está degenerando en una especie de competición por poner en riesgo nuestras vidas. Así somos de imbéciles. Yo prefiero pagar una mariscada antes de acabar en la planta de traumatología del San Pedro de Alcántara. E invitar a mis amigos cuando me apetezca y pueda hacerlo. Refrán: Mal acomodado es desnudar un santo para vestir a otro.

miércoles, 4 de junio de 2014

Todos somos niños perdidos de la feria

La feria de Cáceres ya no es una estampa costumbrista en la que las familias compraban las bestias con las que trabajar la tierra en verano, sino un río de vasos de plástico por el suelo, el ruido ensordecedor de la machacona música de las casetas y una calle en la que vendedores ambulantes procedentes de todo el mundo palian su miseria con artículos de imitación. Todo eso contrasta con la alegría de la marabunta humana que durante cuatro días llena el recinto ferial en busca de algo para desconectar con la dura realidad, ya sea el alcohol, el baile o el contacto con los amigos. Recuerdo mis ferias de antaño, con un enorme bocadillo de tortilla en la mano que me duraba casi todo el día. En aquel tiempo parecía que la feria te vacunaba contra el tedio de todo el año y que allí la felicidad se bebía a grandes sorbos. Siempre había un niño perdido en la caseta municipal y se anunciaba por megafonía. Era como una parte esencial del ritual lúdico. A veces lo miraba furtivamente mientras él lloraba desconsolado en una esquina junto a un policía municipal, esperando a que sus padres aparecieran. Con el tiempo me he dado cuenta de que ahora soy ese niño perdido de la feria, que no encuentro mi espacio en el caudal humano, y me acuerdo de aquellos que antes se divertían junto a mí y ya no están, una cifra que desgraciadamente aumenta cada año. Entonces caigo en que nuestro concepto de alegría se construye sobre añoranzas de una infancia pegada al polvo de nuestros viejos zapatos. Refrán: Cada uno habla de la feria según le va en ella.