martes, 25 de agosto de 2020

Peñas rotas por el covid-19


En este verano extraño en todos los sentidos echo de menos las fiestas de los pueblos. La semana pasada Garrovillas de Alconétar no ha celebrado, como merece, a san Roque , su patrón. Eso me deja una enorme inquietud, aunque pueda parecer algo pasado de moda.

Y nombro ese pueblo como podría citar a otros muchos que durante estos días, de no estar rondando el covid-19, estarían sumergidos en la agradable liturgia que impone la fiesta. No soy muy de toros, pero este año sin ellos en la plaza Porticada es como si me arrancaran algo profundo del alma. Porque no se trata de morlacos, de verbenas o de comidas de hermandad. El meollo de la cuestión es que la pandemia se ha llevado por delante la ilusión de muchas peñas festivas, de grupos de amigos que atravesaban la Península y hacían miles de kilómetros para estar juntos durante una semana llena de abrazos, convivencia y armonía, aunque fuera efímera y a veces fingida, aquí, en el terruño extremeño. Después, acababan los fastos y cada uno volvía a sus grandes ciudades con el corazón repuesto de emociones rurales.

No me gusta especialmente el alcohol, pero ese vinillo fresquito entre peñistas, haciendo balance del año, ante buenas viandas, es uno de esos placeres ocultos que los urbanitas desconocen. Veo con tristeza nuestros pueblos, que reciben estos días a sus emigrantes, pero no tienen la alegría de la antigua normalidad. Por las noches, sus calles parecen un trasunto grotesco del invierno. La hostelería languidece en medio de este estío extraño en el que el miedo obliga a pequeñas reuniones casi clandestinas en huertos y chalés. Es tiempo de encuentros con mascarilla y asepsia, de pocas personas, muy lejos de esos bailes sudorosos al ritmo de Paquito el Chocolatero , interpretado por la orquesta local. Son días sin alma, en los que no hay abrazos, solo una mascarada bizarra y gel hidroalcohólico a raudales. Es la nueva normalidad, que cada vez me gusta menos, aunque la antigua tampoco era para tirar cohetes. Refrán: A la dama más honesta, también le gusta la fiesta.