martes, 9 de enero de 2018

Adiós a un periodista discreto

El fallecimiento inesperado de Andrés Mateos Parrón el penúltimo día de 2017 ha caído como un jarro de agua fría sobre todos los profesionales que en algún momento hemos tratado con él. Existe un aforismo en las redacciones que reza que los periodistas sólo son noticia cuando mueren. Se ha hecho triste realidad con Mateos, jefe de prensa con el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra y en la primera etapa del gobierno de Guillermo Fernández Vara. Siempre en segundo plano, él fue ejemplo de virtudes muy necesarias entre los profesionales de la información como son la discreción y la templanza. Todo lo contrario a la actual tendencia a la ‘vedetización’.

También existe otro adagio entre algunos profesionales, que consideran la información de gabinete de prensa como un género menor, separado del fragor y la urgencia de las redacciones de los diarios y acomodaticio con la institución representada. En el caso de Andrés, funcionario y jefe de sección del gabinete de prensa de la Junta, no se cumplía. Tuvo que partir de cero junto a sus compañeros en la puesta en marcha de un gabinete con escasos medios y que en la actualidad es una de nuestras fuentes de información más consultadas.

Recuerdo que en un Salón del Jamón de Jerez de los Caballeros, en 1995, cuando saltó el asunto GAL y se habló de la existencia de un grupo llamado los ‘pata negra’, aproveché para hacerle una pregunta con algo de retranca al presidente Ibarra sobre el tema. Él respondió muy airado que «Jesucristo había sido traicionado por un Judas (se refería al dirigente socialista Damborenea) y que nadie había pedido la dimisión de Jesucristo». Hubo cierto revuelo con el tema y aquello salió en las televisiones nacionales. Ibarra se molestó in situ mucho por la pregunta, acostumbrado en esa época a una prensa muy benévola con él. Andrés Mateos me llevó aparte, me echó la mano al hombro y en vez de echarme la bronca me dijo al oído: «No te preocupes, has hecho tu trabajo». Refrán: Hombre bondadoso, nunca envidioso.