martes, 30 de enero de 2024

Extremadura, extraordinaria en Fitur

La comunidad autónoma dejó un buen sabor de boca en la pasada Fitur, con una apuesta arriesgada y moderna

Cada año la presencia de Extremadura en la Feria Internacional del Turismo (Fitur) sigue sumando enteros. Todas las administraciones han incorporado a lo largo del tiempo novedades para difundir las excelencias de una tierra que quiere convertir el turismo sostenible en uno de sus motores de desarrollo. Este año han destacado, a mi parecer, las actuaciones en vivo.

Comenzó Fitur fuerte con el Gato con jotas cantando las excelencias del Martes Mayor de Plasencia en directo y montando el taco en el estand regional, al que se acercaban de otras comunidades a ver qué estaba pasando allí. Su videoclip disruptivo y arriesgado se hizo viral al instante. También guardo un excelente recuerdo de Cristina Hoyos bailando a sus 78 años en el estand extremeño. Otra interesante incorporación han sido las mesas redondas, cortas e interesantes. No ha cambiado la maratoniana programación de presentaciones sin fin, pero la omnipresencia de directores generales y consejeros en el estrado se ha aligerado, cosa que sin duda sus gargantas han agradecido. 

Recuerdo a un incombustible y vehemente Francisco Martín, el anterior director general, desgañitado al final de la feria cada año. Vaya mi recuerdo para él, un apasionado de su tierra y del turismo. Ha mejorado también el espacio para los profesionales de la información, más amplio. Además, hemos estado bien atendidos en todos los aspectos, lo que es de agradecer. 

Victoria Bazaga y Anabel Domínguez, consejera y directora general actuales, han estado siempre al quite, pero dando protagonismo a alcaldes y territorios, solo apareciendo en el estrado cuando era imprescindible. Este año el toro ha sido protagonista en varias de las presentaciones. Moraleja, Coria y Garrovillas de Alconétar han puesto en valor sus recursos y celebraciones en las que los morlacos son protagonistas. Victorino Martín hijo ha participado en dos presentaciones y sin duda eso es sintomático del papel que el toro tiene en la oferta de Extremadura. La brevísima visita de Alberto Núñez Feijoo al estand ha sido también un espaldarazo al trabajo realizado. La foto se la hizo en el mirador de Cabezabellosa. Repitió variadas veces el eslogan de este año: ‘Extremadura, extraordinaria’. Fue una visita fugaz, pero sin duda, cualquier apoyo a esta tierra, venga de donde venga, es bienvenido.

martes, 23 de enero de 2024

Extremadura, un 'extra' en Fitur

 Extremadura, un ‘extra’ en Fitur

Nuestra región es un verdadero reservorio de experiencias fuera de lo habitual que para comprenderlas en su correcta dimensión hay que vivirlas in situ, y que no obedecen al viejo trueque de ‘sol por dinero’

Si no me salen mal las cuentas la que comienza mañana será la Feria Internacional del Turismo (Fitur) número 30 que cubriré para el Periódico Extremadura. 


En estas tres décadas el turismo y la forma de promocionarlo han cambiado mucho. Lo que sí permanece incólume es la belleza de Extremadura. Con el tiempo he aprendido a amarla, visitando sus rincones más recónditos y asistiendo de testigo a sus tradiciones dignas de estudio antropológico. Por eso, esta campaña ‘Extremadura extraordinaria’ me parece realmente acertada. Nuestra región es un verdadero reservorio de experiencias fuera de lo habitual que para comprenderlas en su correcta dimensión hay que vivirlas in situ, y que no obedecen al viejo trueque de ‘sol por dinero’. Como tampoco estuvo mal aquel primigenio eslogan ‘Extremadura, naturalmente’. Cada administración sumó un peldaño más a la difusión de una tierra que ya no es esa «gran desconocida». Ese tópico es historia y ha sido gracias al trabajo de todos.

En treinta años anécdotas de cobertura informativa en Fitur hay muchas. Algunas sucedieron dentro del recinto de Ifema y otras fuera del horario promocional. Recuerdo aquellos primeros tiempos de cenas nocturnas, de degustaciones opíparas y de participantes que empalmaban noche con día. Sus ojeras les delataban. Recuerdo aquellas fiestas que organizaban países como Brasil, que convertían las discotecas en verdaderos sambódromos.

 Hubo momentos en los que la oferta regional se dispersaba por todo Ifema y las ciudades más potentes iban por su cuenta. También recuerdo la presentación de la isla de Valdecañas o de Las Edades del Hombre, así como los distintos pareceres que despierta el estand de Extremadura. Ustedes no lo saben pero los profesionales de la información trabajamos como piojos en costura en unas cabinas minúsculas en las que la actividad es frenética durante jornadas maratonianas. Al final Fitur es también un gran escaparate para que los políticos tengan sus minutos de gloria en la capital de España y puedan sacar pecho. Pero, que sepan que lo importante no sucede en la sala de prensa, sino en la zona de encuentros de los profesionales. Ahí está la madre del cordero. De sus resultados dependerá el año turístico y los flujos de viajeros. Como siempre lo importante es algo donde no se suele poner el foco. 

lunes, 15 de enero de 2024

La memoria activa de la Transición

El periodista cacereño José Julián Barriga analiza este periodo de la historia de España en su reciente libro ‘En defensa de la Transición. Memorias de un testigo afortunado’, Premio Internacional Sial Pigmalión de Pensamiento y Ensayo

La Transición española fue una hazaña histórica que permitió la reconciliación nacional en un momento crítico de zozobra y cambios en el país. José Julián Barriga Bravo (1943, Santiago del Campo e hijo adoptivo de Garrovillas de Alconétar) fue testigo directo de un periodo que ahora se invoca con fruición para solucionar el sindios en el que se ha convertido la política nacional. Tras seis décadas de periodismo activo en distintos frentes, acaba de publicar ‘En defensa de la Transición. Memorias de un testigo afortunado’, Premio Internacional Sial Pigmalión de Pensamiento y Ensayo, que mañana se presenta en el Espacio Uex del Instituto de Lenguas Extranjeras de Cáceres. 

Aunque no soy amigo de dar consejos, recomiendo este acto con ahínco, porque en la lúcida cabeza de José Julián cabe toda la historia reciente de España, como ya demostró en la presentación en el Corral de Comedias de Garrovillas. Además, sabe trufar de anécdotas su discurso, para hacerlo ameno. Asegura que informar en la época franquista era una «frustración continua», ya que, aunque los periodistas tenían los datos, no podían contar la realidad tal como la percibían. Como botón de muestra, explica que al comienzo de su actividad como periodista dos guardias civiles de paisano interrogaron a su padre sobre él, entonces un aprendiz que resultaba incómodo para el poder. No era para menos, pues entonces era de los pocos periodistas que estaban acreditados para informar sobre Francisco Franco. Conoció el final de la dictadura, a su juicio, propiciado por el miedo al choque de las dos Españas, la emergente clase media y el descrédito del régimen. Después, con la llegada de la democracia, Adolfo Suárez encarnó una gran esperanza para la sociedad, en medio de los constantes atentados de ETA. El periodista cacereño, primer director de los Servicios Informativos de la Presidencia del Gobierno, relata la tremenda soledad del estadista en la toma de decisiones y cómo abandonó la presidencia tras perder la confianza del rey Juan Carlos.

El libro y el testimonio de este veterano son vitales para poder entender el pifostio en el que nos encontramos ahora, ya que la Transición se quedó corta al no poder solucionar el sempiterno problema territorial. Y de aquellos polvos tenemos estos lodos. Afortunadamente, desde entonces hay una paz social razonable, las relaciones con la iglesia se han reconducido, y los militares han abandonado veleidades golpistas. Si quieren enterarse de nuestra historia por boca de alguien que realmente «estuvo allí», acudan a la presentación o lean el libro. No se enteren por terceros de algo que fue clave para nuestras vidas. Para experiencias vicarias y fake news está internet.

martes, 9 de enero de 2024

El gélido día después

El dolor que rezuman los telediarios es real. Esas tragedias suceden cada día en nuestro mundo, ese que creemos perfecto, donde solo algunos tenemos acceso al calor y la comida

Pasaron la noche más buena del año y las celebraciones de la Nochevieja. El calor de los fogones ya se disipó. Atrás quedan las ocurrencias de los cuñados, los ojos húmedos por el reencuentro con los lejanos y las sillas vacías de una mesa cuyos comensales menguan y crecen con el paso del tiempo. El portal de Belén preside los salones con su musgo mortecino y sus figuras de barro, que contemplaron varias generaciones con ilusión. El Niño Jesús aguarda en el Belén los rezos de abuelos y nietos antes de que se vayan a dormir. Es una liturgia conocida que puede engañarnos y convencernos de que todo está en orden, pero no es así.

Hace frío en este mundo, mucho frío. Mientras nuestras cabezas se preocupan de asuntos banales como la hipoteca, el coche o si se nos ralentiza el móvil, la tragedia nos amenaza. La estampa poética helada se transforma en una realidad que corta como un cuchillo, que hace daño en cuanto que cualquier ser humano en cualquiera de las guerras de este mundo no tiene un jergón donde recostarse, en cuanto un niño pasa hambre o conoce la dura realidad de las bombas y la muerte. Sí, afuera, pero no muy lejos, hay una desolación enorme que atenaza familias en forma de guerra, persecución política, desigualdad, migración o falta de recursos. 

El dolor que rezuman los telediarios es real. No se trata de atrezo, de impostura o de una fábula. Esa tragedia sucede cada día en nuestro mundo, ese que creemos perfecto, aquí, donde algunos tenemos calor y comida. No lo dudemos, hay niños que en un segundo se han convertido en adultos por mor de un misil, un bombardeo o una emboscada. Hay niños que crecen en la cultura de la venganza para repetir un patrón de odio por los siglos de los siglos. En sus ojos se concreta toda frialdad humana y el máximo dolor posible.

Vivimos días extraños, de anomia, de destrucción sin sentido. Todo parece resquebrajarse en un planeta Tierra que no cuidamos y estamos convirtiendo en un estercolero. No hay luces, no hay referentes, ni guías, solo este tremendo frío que nos rodea y nos congela el pensamiento para que no podamos ser críticos con quienes fomentan este desastre. Ya no nos salva ni la poesía. Aun así, a pesar de todo, hay quienes te desean en estos días una feliz Navidad y próspero 2024. 

Elegía al último mantecado

Están ahí, incólumes, como supervivientes de una odisea. Han soportado los envites de niños, abuelos, cuñados, visitas imprevistas, y amigos que solo vuelven por Navidad al gorroneo ritual y habitual. En la mesa del salón de todos los hogares extremeños se ha ido reponiendo cada día una apetitosa bandeja con mantecados, bombones, roscos de vino (denostados injustamente), frutas escarchadas y turrón en todos sus formatos y presentaciones imaginables. El domingo pasado fue su último día de gloria. Ahora en la mente de todos están presentes los remordimientos por los excesos de estos días de fiesta y encuentros, en los que la ‘bandejina’ de dulces ha sido el frontispicio con el que se recordaba que eran jornadas de fraternidad y agasajos. Diariamente, las abuelas y los cabezas de familia se ocuparon con fruición de que estuviera llena, que fuera un trasunto de copiosidad real o fingida. Lo importante es que presidiera la estancia.

Ese interés por instalar un cuerno de la abundancia en el salón de casa bien puede tener su origen en otras Navidades, las de nuestros abuelos, en las que no había apenas unas peladillas incomestibles, turrón del duro y los roscones estaban más secos que la mojama. Tenían unas frutas escarchadas rojas y verdes que daban grima y estaban espolvoreados con unas harinas resecas que tiraban para atrás. Ahora, en el mundo globalizado, los conservantes y las manos de los maestros obradores han conseguido que ese último trozo de roscón, esos bombones o ese mantecado aguante impertérrito en el ángulo oscuro de la mesa del salón, diciendo «¡Cómeme!». Entonces en tu cabeza se activa un falso sentimiento de aversión hacia ese héroe de la resistencia navideña, justificándote a ti mismo de no comerlo en aras a esas supercherías del colesterol y la línea. A veces, si te descuidas, el mantecado aguanta hasta principios de febrero. Y si te lo comes está igual de bueno que el primigenio del 24 de diciembre, y te traerá recuerdos de cuando los Reyes Magos no traían lo que pedías, pero no importaba, y todo era armonía y misterio. Ahora los Reyes Magos nos inundan la casa con ordenadores, videojuegos y otras zarandajas de la realidad virtual y la inteligencia artificial, pero nunca se podrán igualar al sabor de ese mantecado último y postrero, que sabe a gloria, a recuerdos de esos tiempos que nos parecen mejores por culpa de este polvorón final con aromas a vida eterna.