martes, 1 de diciembre de 2020

Iniesta, otro grande que se va

Siento profundamente que esta columna se haya convertido de un tiempo a esta parte en una sección de necrológicas. El mismo día que nos dejaba el genio del fútbol Maradona también lo hacía un empresario extremeño que tuvo que regatear lo suyo para sacar adelante su holding de hoteles y sus dos ganaderías: José Luis Iniesta. Debo confesar que hacía muchos años que no hablaba con él y esta radiografía no la hago desde el conocimiento íntimo. Recibió el Premio Empresario del Año de este periódico en 2003. Por entonces preparaba la puesta en marcha del Casino de Badajoz. Supe así de su carácter afable, cordial, pero también percibí en él ese brillo en los ojos que caracteriza a los emprendedores de cualquier edad. Sobre todo, me acuerdo de él como parte habitual del paisaje del pabellón extremeño en Fitur.

Iniesta era sevillano (1942), circunstancialmente, pero –como yo- su corazón y sus afanes estaban en Extremadura desde tiempos pretéritos. Es curioso cómo en esta época de redes sociales el impacto de una pérdida se traduce en miles de mensajes de recuerdo y condolencia. En este caso, José Luis Iniesta era valorado no por sus cualidades como hombre de negocios, sino como amigo. En estos momentos aciagos en los que la camaradería se valora por encima de todo, que tus compañeros te califiquen de «amigo» es toda una proeza. También resaltan su amor por la tauromaquia, pasión que profesaba, pero que no imponía ni defendía con alharacas ni vehemencias descontroladas. Yo destacaría su tranquilidad por encima de todos los chaparrones que tuvo que aguantar. La pandemia se está llevando una generación de empresarios extremeños única y creo que insustituible. Vendrán otros, serán quizá mejores, pero nunca serán como José Luis Iniesta. Refrán: A la muerte ni temerla ni buscarla, hay que esperarla.