martes, 21 de diciembre de 2010

Cáceres, ciudad perdida

Me resulta difícil abordar el tema de esta columna. Llevo varias semanas con él en la cabeza y es complicado para mí convertirlo en palabras sin tener algo de mala conciencia. Pero creo que es necesario plantearlo sobre la mesa. La ciudad de Cáceres los domingos está muerta. Es un desierto. Paseo por las calles del centro y sólo veo locales comerciales cerrados. No está abierto prácticamente nada. El pulso comercial es casi cero. Encontrar un bar donde tomar una cerveza que no sea el de siempre se convierte en casi una odisea. La plaza Mayor está como está, inmersa en una obra faraónica e interminable. Muy poca gente pasea por sus calles. No creo que la resaca del sábado haya sido tan monumental como para que nadie tenga fuerzas o ganas de andar. Veo algunos ciclistas por la avenida de Alemania y me animo a sacar la bicicleta y dar una vuelta por Nuevo Cáceres y Casa Plata. Paseo solo y sin coches durante cerca de una hora.

¿Es la crisis la responsable de esta desbandada? ¿No hay oferta lúdica o cultural para los fines de semana? ¿Todo tienen que ser mercadillos y ferias conventuales o medievales? No me extraña que cada vez que se convocan estos eventos las calles se llenen. Hay hambre de actividad en esta ciudad que ahora se me antoja perdida, anclada y sin vida. No sé si el responsable es el invierno, la desgana del empresariado local, la falta de ideas o de liquidez. Lo que tengo claro es que algo sucede (o no sucede en Cáceres) que, tras el varapalo del 2016 aún anda atónita, como dando bandazos. Cacereños: hay que ponerle remedio a tanta indolencia. Refrán: Alerta a los cacereños; no dejemos la ciudad como un palacio sin dueño.