martes, 10 de diciembre de 2019

Citas mortales

Marta Calvo, la joven que desapareció el pasado 7 de noviembre, había quedado por internet con su presunto verdugo. Y no es la única, ni la primera mujer que sucumbe en manos de un hombre por este motivo. Por supuesto, el único responsable de estos hechos luctuosos y machistas es el asesino. No voy a demonizar las relaciones sexuales ni las páginas webs que -no lo olvidemos- hacen negocio con estas citas más o menos clandestinas. Pero al igual que hay que tener protección o prevención frente a enfermedades, o evitar situaciones de riesgo en la vida, creo que hay que poner la lupa sobre estas nuevas formas de relacionarse, que son una puerta abierta hacia lo ignoto. Porque no hay que olvidar que el sida y las enfermedades de transmisión sexual se han disparado con la efervescencia de estas aplicaciones de sexo rápido. El mundo se ha vuelto cada vez más urgente. En el sexo también.
Las asesinadas eran mujeres bellas e inteligentes que buscaban -como podemos desear todos- evasión o simplemente placer. Y cayeron como las polillas en la luz en manos de unos desalmados. Yo recuerdo -y entro en modo ‘abuelo cebolleta’- cuando para ligar lo que había que hacer es ir a la discoteca, piropear a las chavalas, ser galante (no tanto como Plácido Domingo) y un poco pillo. Ligabas con compañeras de clase, con amigas del barrio o con desconocidas, pero tras un intenso periodo de coqueteo y conocimiento mutuo. El sexo en la primera cita era algo excepcional.
Insisto en que no quiero satanizar ni el sexo, ni los cauces para conseguirlo. Los únicos culpables son los maltratadores hasta la muerte, pero quiero alertar de que en este mundo cada vez con más prisa, el ir despacio nos asegura el placer de desvelar el misterio del amor, el más excitante de todos los enigmas mundanos. Y puede evitarnos muchas sorpresas desagradables. Refrán: Uno no puede hablar acerca del misterio, uno debe ser cautivado por él. (René Magritte).