martes, 11 de octubre de 2011

Análisis sosegado de la boda de la duquesa

Celebro que una señora de 85 años demuestre más fuerza vital que una adolescente. Me alegra que la ciencia médica le salvara la vida y pueda haber cumplido su deseo de casarse con un señor 25 años más joven. Sin embargo, quiero analizar con sosiego y sin apasionamiento la boda de sainete en Sevilla de la duquesa de Alba. Me pesa mucho la continua alabanza a la propietaria de la mayor extensión de olivos del país y perceptora por tanto de millonarias ayudas. En pleno siglo XXI la nobleza, la sangre azul y esas costumbres medievales no tienen sentido. El pueblo llano, los sufridores de la crisis, lejos de mantenerse al margen de este acontecimiento trasnochado, jalea y apoya a una absentista, a la dueña por excelencia, a quien la fortuna le ha venido dada por derechos de sangre. Doña Cayetana tiene encima la Medalla de Andalucía, justificada en los trabajos de conservación de su inmenso patrimonio. Estaría bueno que encima eso tuviéramos que hacerlo los demás y a nuestro cargo. Me duele tanto peloteo con la nobleza más rancia en unos momentos tan complicados para el resto de los españoles. A todos nos hace mucha gracia el baile rumbero que se marcó la anciana a las puertas de su palacio. Más circo para un pueblo que ahora ya se ha quedado casi sin pan. Los señoritos cortijeros de siempre nos siguen tratando como imbéciles, mientras acumulan patrimonio sin parar. De fondo en este enlace entre noble y plebeyo, el ruido de sables de sus hijos, que piden la herencia de su madre en vida como cocodrilos que reclaman su particular y legítimo trozo de carnaza. Que les aproveche. Refrán: Cada uno de nosotros encierra en sí todos los siglos.