martes, 27 de septiembre de 2016

Pokémon Go y el patrimonio Unesco

Parece mentira que el móvil se haya convertido en un auténtico tirano al que rendimos pleitesía. Desde que llegaron los teléfonos inteligentes nuestra vida se resume en una consulta constante de datos, llamadas, mensajería instantánea, redes sociales... Yo creía que ya habíamos llegado al límite hasta que apareció Pokémon Go, una aplicación de realidad aumentada que combina las funciones de un navegador de coche con los personajes de la serie de dibujos animados. He de confesar que la instalé y empecé a cazar Pokémons por Nuevo Cáceres. Es curioso que el primero lo atrapé en Juan Solano Pedrero cerca de uno de los quioscos de la música. Después ví otro al lado de la comisaría... En fin, os diré que en la sede de Correos del barrio hay una Pokeparada, pero los famosos gimnasios se encuentran avenida Isabel de Moctezuma hacia abajo. Llegó un momento en que reflexioné si no estaba haciendo el imbécil demasiado.
Pues parece que Pokémon Go ha llegado para quedarse. La Universidad de Barcelona está analizando el efecto del juego en los enclaves que se encuentran en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. O sea que están estudiando si la aplicación atrae viajeros a la ciudad monumental cacereña, por ejemplo. Al parecer el jueguecito de marras ha propiciado una nueva forma de usar el espacio público y de acercarse a aquellos espacios significativos como los declarados Patrimonio de la Humanidad. Lo cierto es que en EEUU ya se organizan cacerías de Pokémons en museos para convocar al público más joven. Lo que hay que hacer es llenar de Pokémons en nuestros focos de atracción turística. Imagino que en Nintendo se estarán frotando las manos por los royalties que piensan cobrar por poner un bichito virtual donde un cliente lo solicite. Por cierto, que en EEUU han prohibido a 3.000 pederastas a que utilicen la aplicación porque podrían usarla para atraer niños. De locos. Refrán: Hasta el más tontorrón captura un Pokémon.