martes, 30 de noviembre de 2010

Justicia Universal

En estos tiempos de laicismo militante, de tibieza en todos los órdenes de la existencia, de absoluta falta de compromiso social, quiero recordar a Ignacio Ellacuría , vilmente asesinado en 1989 en El Salvador por los paramilitares. E incluso en estos momentos en los que hay juicios para quitar cruces de los colegios --por padres que después hacen costosos regalos de Navidad a sus hijos, no se vayan a traumatizar--, manifiesto mi adhesión a la Teología de la Liberación que abanderó en América Latina este jesuita entregado siempre por los más pobres. Lo hizo desde una institución de enseñanza, desde una universidad, donde fue ejecutado, indefenso, junto a otros compañeros. Ahora que a todos les asusta el concepto de pecado y les parece algo de otros tiempos, afirmo que son un pecado mortal las diferencias abismales entre los ricos y pobres, que son obscenas las maniobras de los poderosos por afianzarse en el poder mientras el mundo se muere de hambre, que todo lo que estamos padeciendo todos huele a consecuencia de la desmesura de algunos. La ostentación, el lujo, la opulencia, las medias tintas con los que sufren sí que son pecado, mucho más que todo lo relacionado con el sexto mandamiento. ¿Quién se acuerda ya de Ellacuría, de su sangre derramada? La abogada Almudena Bernabeu , basándose en el principio de Justicia Universal presentó hace tiempo una querella en la Audiencia Nacional. Asegura que pronto se sentarán en el banquillo a los autores de estos crímenes. Espero que así sea y que no pase como con Pinochet y al final, los que estaban en una silla haciéndose los enfermos hagan una pirueta y se rían de nuevo de todos nosotros. Refrán: Cuando el dinero habla, la verdad calla.