martes, 13 de marzo de 2007

ES CAPRICHOSO EL AZAR, YA LO DICE SERRAT

Ni yo por despiste tenía que haber estado allí, ni tú escuchando esa canción. Yo no era el canalla que esperabas, ni tú una santa de altar. Pero sonó la flauta de la casualidad, por una vez, y eso que llaman azar se convirtió en besos y abrazos a la caída de la tarde, en esa interrogación que es la noche, cuando los cuerpos se hacen nudos de carne sin saberlo.
Y hoy, martes y 13, me pregunto por qué es tan caprichoso el azar, como dice Serrat en una canción. Por qué los besos se dibujan en la última mirada de una tarde de domingo cualquiera, por qué cerrabas los ojos al besarme buscando la ternura de lo interminable, más allá de la vida y la suerte de los hombres de este mundo.
Había consultado los astros. Y no aparecías. Había echado las cartas y no estabas en sus dibujos antiguos. Dormías en una tarde de febrero, en la que --es extraño-- hacía mucho calor. Fue una señal. Y no hubo que presentar referencias o certificados de buena conducta, ni fue necesaria la aprobación de los demás; solo el amor, que habitaba como un niño dormido en aquella cama que ya era nuestra, la de todos los amantes de la Tierra.
Había salido a buscarte entre la niebla y te esperé. Planté un árbol y te esperé. Cambié de casa y te esperé. Y llegó el invierno y, cansado de esperar y de cantar, me desesperé. Y estabas allí, de casualidad, por azar, en la esquina del bar, con tus gafas de pasta de moda, el fular morado y el corazón sereno. Nada hacía presagiar la gran tormenta de besos de después. Refrán: Es caprichoso el azar, ya lo dice Serrat .

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