martes, 5 de abril de 2011

Animalario

La primavera ha disparado mi animalario particular. De los huevos de los gusanos de seda guardados con paciencia durante un año han brotado por fin cientos de moradores que mastican con fruición las hojas de morera que les busco en las afueras de la ciudad. También he tenido que separar a los peces porque no paraban de desovar frenéticamente en las hojas del acuario mientras frotaban sus barrigas bajo el agua.

Y mi jovencísima gata Luna , está muy gordita, casi obesa...

--Juanjo, creo que sobrealimentas a la gata, que está que revienta... Deja de darle barritas...

Es curioso, porque esta gordura de Luna comenzó tras una escapada hace unos meses. Volvió muy contenta, acompañada de un congénere que después se perdió en las sombras de noche. Siempre me intrigó la vida oculta de los felinos, cuando deambulan por los tejados abandonando a sus dueños, dejándonos llenos de incertidumbre como unos padres primerizos. Después vuelven todos al amor del plato de leche y el pienso. Unos con la piel hecha jirones y sucios por haberse metido en peleas con sus similares. Otros regresan con una barriga del quince, como el caso de Luna.

--Juanjo, que la gata no está gorda. ¡Es que está preñada!

Ah, la primavera, qué dulce sarampión hormonal, qué recuerdos de la comezón de la primera vez. Mientras tanto, Luna, deambula sin rumbo por la casa y me mira como preguntando qué le pasa. Yo trato de decirle que es la primavera, que no se preocupe, que pronto estará más feliz y ocupada, y que recuperará la figura sin necesidad de ir al gimnasio. Refrán: Al gato goloso y a la gata ventanera, tápales bien la gatera.