El Día de Extremadura se aproxima. Es una jornada de
celebración, pero sobre todo de reivindicación de lo que somos y de lo que nos
gustaría ser. Yo sueño una Extremadura que camina junta, sin excepciones, para
conseguir sus metas. Una región, por supuesto, con tren, con un ferrocarril
igual de digno que el resto del territorio nacional. Pero que ese árbol no nos
deje ver el bosque de carencias que aún tenemos. Porque pedimos un tren digno
cuando la carretera que une Cáceres y Badajoz deja mucho que desear y eso sí
que está en nuestras manos. Sueño una Extremadura libre cuyas demandas sean oídas
y ejecutadas en Madrid, que no está en Moscú, sino a dos horas en coche. Me
gustaría una Extremadura que no dependiera de lobis para hacer realidad sus
sueños.
Quisiera una región en la que montar un negocio no sea una
carrera de obstáculos en la que el emprendedor tenga que abandonar por hastío.
Anhelo una Extremadura sin paro, en la que trabajar no sea una lotería, una
utopía o algo que se consigue dando palmadas en la espalda a alguien. Me
gustaría una región en la que todos estuviéramos de acuerdo en lo básico, y
partiendo desde ahí construir el futuro. Me gustaría vivir en una región en la
que el subsidio no sea la única manera de salir adelante, en la que el
emprendedor sea valorado y apreciado, en la que los empresarios puedan crear
riqueza y los trabajadores ayudar a generarla en condiciones dignas.
Sueño una región en la que la cultura sea uno de sus motores
y el creador esté considerado como un generador de abundancia. Me gustaría una
región sin diferencias entre provincias. Sueño con una región que sea ejemplo
de igualdad entre hombres y mujeres, sin tics machistas. Quisiera un territorio
donde su naturaleza esté preservada sin que ello suponga un menoscabo del
asentamiento industrial. Quisiera una región que no sea un simple reservorio de
votos, que cuando dé el puñetazo en la mesa sea escuchada con el mismo respeto
que el resto. Refrán: Septiembre a fin de mes el calor vuelve otra vez.