martes, 30 de enero de 2018

En la era de las ‘criptomonedas’

Todo está cambiando. No sé si a mejor o a peor, pero lo cierto es que al albur de esta economía en crisis y este mundo en guerra silente han nacido las llamadas ‘criptomonedas’, como el Bitcóin, el Ripple, el Ethereum, el Iota o el Litecoin. Nombres crípticos para divisas no menos misteriosas, de las que ya hay cientos pululando por internet.

El bitcóin es la más conocida y tiene una capitalización de mercado de 220.000 millones de dólares. En 2017 comenzó el año con una cotización menor a 1.000 dólares y cerró por debajo de los 14.000 dólares. Eso sí en diciembre casi rozó los 20.000, en vísperas de su aparición en el mercado de futuros CBOE de Chicago.

La volatilidad parece una de las características de los bitcoines, ya que esa moneda ha sufrido caídas espectaculares. Hay otro rasgo que me causa pavor: existe una ‘minería’ de bitcoines. Es decir, con una serie de ordenadores superpotentes trabajando sin parar haciendo cálculos complejos es posible generarlos. Es algo que mi mente analógica no concibe. No puede hacerlo uno en casa, porque se tardarían años, y por lo visto es necesario un gasto de energía considerable. Y hay un número de bitcoines fijo. Es el nuevo ‘oro 2.0’ de la era de la sociedad globalizada.

Otro lado siniestro de esta ‘criptomoneda’ es que su opacidad la convierte en perfecta para las transacciones del ‘lado oscuro’, léase blanqueo de capitales, narcotráfico o pago a sicarios. Y ojo, porque este sistema puede desmoronarse en cualquier momento.

Al fin y al cabo el valor del bitcóin es el que sus usuarios le quieran dar en cada instante y en la era global cualquier estornudo puede provocar que el castillo de naipes pueda caer al suelo lo mismo que el famoso cántaro de la lechera del cuento.

Yo, de momento, voy a crear el ‘bellotacoin’, que lo mismo puede ser rentable y me puedo retirar pronto. Refrán: Bendita sea la boca que da besos y no traga monedas.

martes, 23 de enero de 2018

Comerciales, los héroes anónimos

En los periódicos hay protagonistas cuyo nombre no aparece nunca. Y cuando digo nunca es nunca. Sin embargo, son los responsables de alimentar el motor económico de la empresa informativa. Convencen cada día a decenas de anunciantes de que nuestro papel impreso o nuestra web son los mejores soportes para que las empresas divulguen sus excelencias y encuentren a su vez nuevos clientes para ellas.
Son los comerciales, cuya actividad profesional, muchas veces vituperada y poco reconocida, posibilita que el producto que usted tiene entre las manos o lee en la pantalla sea completo, alternando la información veraz y contrastada de los redactores con los contenidos publicitarios que ellos se ocupan de gestionar. Y esa gestión no es nada fácil. Desde encontrar al anunciante, persuadirle de los beneficios del medio, acordar un tamaño, diseñar un anuncio hasta fijar un precio por la publicación.
Hace pocas fechas, una de nuestras comerciales históricas, Feli Lozano, se ha jubilado. Deja de venir físicamente a diario al periódico, pero está siempre con nosotros. Feli deja tras de sí una labor ingente forjada a lo largo de treinta años, tanto es así que el adn de el Periódico Extremadura no se entiende ya sin su generosa aportación vital.


Con Feli, y sus distintos coches, he hecho miles de kilómetros en pos de un anunciante al que había que hacer un reportaje de su fábrica, de un alcalde con el pueblo en fiestas o de asistir a una feria en algún lugar remoto. Con ella he conocido a fondo Portugal y sus ediles, algunos de ellos ciertamente bizarros. Las anécdotas con Feli --y con el resto de comerciales que se patean las calles-- son incontables y enriquecedoras. El lector ha de saber que los protagonistas de los periódicos no siempre firman o aparecen en los titulares de las noticias. Los comerciales están ahí, haciendo que la rueda de la economía funcione. Feli ha sido y es otra de nuestras heroínas invisibles. Refrán: Si quieres conservarte fuerte y lozano, la ropa de invierno usa en verano.

martes, 9 de enero de 2018

Adiós a un periodista discreto

El fallecimiento inesperado de Andrés Mateos Parrón el penúltimo día de 2017 ha caído como un jarro de agua fría sobre todos los profesionales que en algún momento hemos tratado con él. Existe un aforismo en las redacciones que reza que los periodistas sólo son noticia cuando mueren. Se ha hecho triste realidad con Mateos, jefe de prensa con el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra y en la primera etapa del gobierno de Guillermo Fernández Vara. Siempre en segundo plano, él fue ejemplo de virtudes muy necesarias entre los profesionales de la información como son la discreción y la templanza. Todo lo contrario a la actual tendencia a la ‘vedetización’.

También existe otro adagio entre algunos profesionales, que consideran la información de gabinete de prensa como un género menor, separado del fragor y la urgencia de las redacciones de los diarios y acomodaticio con la institución representada. En el caso de Andrés, funcionario y jefe de sección del gabinete de prensa de la Junta, no se cumplía. Tuvo que partir de cero junto a sus compañeros en la puesta en marcha de un gabinete con escasos medios y que en la actualidad es una de nuestras fuentes de información más consultadas.

Recuerdo que en un Salón del Jamón de Jerez de los Caballeros, en 1995, cuando saltó el asunto GAL y se habló de la existencia de un grupo llamado los ‘pata negra’, aproveché para hacerle una pregunta con algo de retranca al presidente Ibarra sobre el tema. Él respondió muy airado que «Jesucristo había sido traicionado por un Judas (se refería al dirigente socialista Damborenea) y que nadie había pedido la dimisión de Jesucristo». Hubo cierto revuelo con el tema y aquello salió en las televisiones nacionales. Ibarra se molestó in situ mucho por la pregunta, acostumbrado en esa época a una prensa muy benévola con él. Andrés Mateos me llevó aparte, me echó la mano al hombro y en vez de echarme la bronca me dijo al oído: «No te preocupes, has hecho tu trabajo». Refrán: Hombre bondadoso, nunca envidioso.

martes, 2 de enero de 2018

Las trampas de internet para periodistas

Acabo de leer Tengo a papá, un relato a tres voces de las últimas horas del comandante Che Guevara escrito por J.J. Benítez. Un trabajo de documentación, como siempre, exhaustivo y minucioso, que bebe en varias fuentes informativas para acercarnos un relato lo más fidedigno posible. A través de tres testimonios redactados en primera persona -de un agente de la CIA, otro de la inteligencia boliviana, y de uno de los guerrilleros que acompañaron al Che en su última aventura- Benítez ofrece una visión desmitificadora del revolucionario, a quien se presenta como visionario, alucinado, ególatra y narcisista, al menos en esa última etapa de la lucha guerrillera en Bolivia.

Todo perfecto pero… hay un error grave en las páginas de huecograbado (soy así de antiguo y las llamo así) del libro. Y es una fotografía en la que aparece John Lennon tocando la guitarra con Che Guevara. El pie de foto señala que Lennon había declarado que el guerrillero no tenía oído musical. Curiosamente es de las pocas fotos que no están firmadas en el libro. En realidad, jamás se produjo ese encuentro (que muchos quisieran) entre el músico y el revolucionario. La imagen es un fake, una noticia falsa que hace años se publicó en internet y en la que es fácil caer, quizá por el deseo romántico de que ese encuentro se produjera. La foto se tomó en 1972. Che murió en 1967. El músico de sesión con el que Lennon aparece es Wayne Tex Gabriel, a quien se ha cortado la cabeza y pegado la del guerrillero argentino.


No culpo a J.J. Benítez por el error. Me huele a que esas páginas han sido confeccionadas en la editorial y él no tenga nada que ver. Ni siquiera habla de ese asunto en el texto del libro. Me apena que un trabajo periodístico tan bueno quede ensombrecido por ese desliz. Internet está lleno de trampas, y los periodistas y editores podemos caer con facilidad en estas celadas de la era de la postverdad. Pido que en sucesivas ediciones se elimine la imagen y el pie de foto. Refrán: El revolucionario verdadero está guiado por verdaderos sentimientos de amor (Che).