martes, 15 de noviembre de 2016

La voz rota de Leonard Cohen

Gana Donald Trump las elecciones en EEUU y al día siguiente fallecen Leonard Cohen (1934) y Francisco Nieva (1924). Puede que no haya relación entre ambos acontecimientos, pero es indudable que la caverna ha dado un paso adelante y la libertad y la cultura dos hacia atrás en solo un par de jornadas.

Ahora que todo el mundo discute sobre la oportunidad de darle al Premio Nobel a Bob Dylan, pienso que si existe algún otro poeta-cantante que lo mereciera tanto o más que él, ése es Leonard Cohen. Cincuenta años cantando y contando cosas que tocaban el corazón. Así ha sido la vida plena de este referente para varias generaciones de escritores y amantes de la buena música. Sus textos son de una altura poética gigantesca, casi tanto como la de Federico García Lorca, al que el canadiense idolatraba.

En esta pérdida, sin duda, ha tenido un peso importante la desaparición reciente de su gran musa Marianne Ihlen, a causa de la leucemia. Recuerdo especialmente el discurso de Cohen cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras sobre quién le enseñó las armonías básicas de la guitarra y su posterior suicidio. La depresión ha sido uno de los temas recurrentes del poeta, aunque también el amor, cristalizado en poemas como Bird on a wire, Hey, that’s no way to say goodbye o la célebre So long, Marianne.

¿Era Cohen un poeta o un cantante? Creo que básicamente era un poeta que se expresaba cantando. Hay letras que son poemas, pero poemas que no funcionan al revés. A Cohen, como a los grandes, no le preocupaba el dinero. De hecho su manager y antigua amante Kelley Lynch le sisó 5 millones de euros y después fue condenada por acoso al artista. Creo que hay muchas similitudes entre la voz de Cohen y la de nuestro Pablo Guerrero, ambas rotas por años de camino. Inconfundibles maestros de la vida y la literatura. Refrán: Músicos y poetas son de notar, porque tienen el seso en el calcañar.