martes, 26 de mayo de 2020

Nuevo vocabulario del covid-19

Desde que empezó esto del confinamiento se ha visto alterada toda mi existencia. Ahora cada vez que mi pareja ve un mueble color cereza me echo a temblar, porque se le antoja pintarlo de blanco. Es el ‘bricovid’. Ya no nos queda mesita o aparador al que darle una manita de pintura a la tiza. Y el confinamiento no solo ha alterado mi rutina, sino también mi vocabulario, que se ha enriquecido con palabras inventadas. Por ejemplo: ‘balcoñazo’. La utilizo para designar a aquellos que todavía en Fase 2 siguen jugando al bingo durante horas interminables y pinchando el Resistiré desde sus terrazas para animar el barrio. Tienen buena voluntad, pero acaban siendo cansinos. Otra palabra nueva: ‘Infodemia’. Con ella puede nombrarse a la sobredosis televisiva de datos falsos sobre el coronavirus. Que la hay a patadas.

No me resisto a compartir otra nueva aportación al diccionario: ‘balconazi’. Dícese del energúmeno que se pasa las horas en el balcón afeando con un micro a los paseantes las infracciones que, según él, han cometido. Los hay de cuidado, ojo. También añadiría otro vocablo: ‘bizchocho’. Aplicable a esos miles de bizcochos que he hecho mal estos días y que me quedaron duros como la pata Perico. ¿Y qué me dicen del ‘confitamiento’? Tras varios meses anquilosado, he salido a hacer deporte con unas lorzas confitadas de espanto. En plena Fase 2, veo muchos ‘mascorrillos’ o reuniones de viandantes con mascarillas, eso sí, a metro y medio cada uno.

En estos tiempos en los que veo más televisión, me he dado cuenta de que hay mucho ‘covidiota’ entre los jefes de estado. Término aplicable a Trump, a Bolsonaro y, en general, a todos los que se saltan las normas de confinamiento sin base científica. Lo malo de todo esto es que se están cociendo muchos ‘covidivorcios’, aplicables a parejas obligadas a estar juntas esta cuarentena y que se han dado cuenta de que no se soportan más. Refrán: Hasta el 40 de mayo, no visites al yayo.