martes, 18 de noviembre de 2008

Antonio Vega ya no es de este mundo



Antonio Vega se consume a chorros sobre el escenario de La Bola, que está hasta la idem. Su cara aparece ajada, como un antiguo retrato al óleo de un pasado mítico y lejano. El aire le hace silbidos cuando pasa por su boca sin dientes. Aún así tiene mucha magia. Los dedos a veces le juegan malas pasadas en los trastes, pero el pianista, al quite, le tapa todas las torpezas. Sale airoso. Dedica sus canciones más míticas a mujeres que ya no están en este mundo. Sigue siendo un fuera de serie, aún en este bolo en provincias que parece un ensayo con público. Los que nos criamos a los pechos de La Bruja Avería y la movida madrileña escuchamos con respeto, mientras una gran parte del público de atrás habla en voz alta y pasa olímpicamente del artista. Es lo que tienen los mitos. La gente va a verlos como animales de exhibición, pero no les interesan lo más mínimo. Los jóvenes ya no escriben en fanzines. No han escuchado vinilos. Son de la generación MP3.

Antonio Vega es el oficiante de un ritual que pone en contacto a los supervivientes de una época muerta con un más allá donde están los que cayeron en el camino. Si algo me enseñó ese momento de cultura y creación fueron valores como la honestidad y el respeto. Pero sólo cuando cantó La chica de ayer el público parece que atendió al unísono. Y es que cuando nos toca actuar como borregos lo sabemos hacer muy bien. Desde luego un 10 para Antonio Vega, honesto consigo mismo hasta el final. Mucho más que Loquillo , vendido y comprado por la onmipotente Coca-cola. Refrán: El respeto y la cultura se han tirado a la basura.