lunes, 15 de junio de 2009

La importancia de hablar claro en la crisis

Siempre he sido partidario de llamar a las cosas por su nombre. Por eso, cuando he repetido en cientos de sitios que yo de economía no sé nada, es porque realmente es así. Recordé hace poco que, tras licenciarme como Ingeniero, me matriculé en la Facultad de Económicas de Barcelona y que llegué a aprobar, en el único curso que hice, tan sólo dos asignaturas. Con esos “estudios de economía “ que poseo y con el método científico basado en “entender, cortar y pegar” resulta que el Informe que escribí, llamado La Crisis Ninja, me ha convertido en “la persona que mejor explica la situación actual”. Esto me deja perplejo porque pienso que son los medios de comunicación, las entidades financieras, las instituciones y las administraciones quienes manejan los datos y los estudios suficientes como para dar a conocer de una forma clara y sencilla todo lo que está ocurriendo.

Si no ha sido así es porque algo está fallando gravemente.

He llegado a la conclusión de que únicamente con la lectura diaria de un periódico generalista y uno económico, todos podemos saber más que nadie y estar al día. Y entender las cosas. Porque saber explicar algo implica no sólo memorizar hechos sino también entenderlos y saber transmitirlos.

Cuando surge alguien y dice que el origen de toda esta crisis está en los “activos de escasa calidad crediticia”, acto seguido, las personas que están escuchando desconectan porque no entienden nada. Si en lugar de eso se dijera que el origen de toda la situación está en la “hipotecas porquería que se concedieron a personas sin ingresos, sin trabajo y sin propiedades, es decir, a la clásicas personas a las cuales no les dejarías ni cinco euros” resulta que la gente lo entiende y te considera un gurú.

Por eso creo que es importantísimo hablar claro. Y para hablar claro hay que entender lo que se dice. Y para entender lo que se dice hay que tener criterio. Y para tener criterio hay que tener sentido común y evitar el bombardero indiscriminado de información, leyendo con calma todo desde una misma fuente. Y procurar tener un modelo en la cabeza.

Entendí lo del modelo gracias a un amigo que fue ministro hace bastantes años. Él sabía perfectamente que si hacía una cosa concreta, se iniciaba un mecanismo que ponía en marcha otras cosas y, por tanto, sabía qué camino tomar para realizar, de una forma eficiente, todo lo que tenia encomendado. He estado toda la vida queriendo tener un modelo en la cabeza y ha sido a los 75 años cuando he llegado a él. Creo que si, desde el colegio, a la gente se le enseñara cómo buscar su modelo mental, tendríamos una sociedad más exigente y democrática. Mi modelo es, ante todo, entender las cosas.

Por todos estos motivos, esta crisis tan gorda debería alumbrar una nueva forma de entender el día a día. Las instituciones deberían hablar más claro, las entidades financieras debería entender qué están vendiendo y la gente debería exigir que se les hablara de una forma inteligible. Porque hemos llegado a la situación en que ni unos ni otros saben la dimensión real de la crisis, y también desconocen por qué ha sido causada realmente. Tan sólo sabemos que estamos mal y que hay que hacer algo.

Con esta misma idea creo que tendríamos que valorar lo siguiente:

1. No se sabe cuál es la dimensión real de la crisis porque ni los que la originaron la han entendido. Crearon una serie de cosas financieras para ganar mucho dinero y las repartieron por el mundo sin tener ninguna moderación. Se han dado cifras escalofriantes que van desde los 100 mil millones de dólares a los 5,3 trillones (con T) de dólares. Está claro que nadie sabe de qué estamos hablando.
2. Esos productos tan complicados no se hubieran repartido por el mundo si los otros bancos que los compraron los hubiesen entendido. Por tanto, han estado vendiendo y comprando cosas que no comprendían. ¿Y quienes son responsables de esto? Los presidentes, consejeros, directores de oficina, empleados, etc. Evidentemente, como consecuencia, el cliente final, en el momento en el que le han comentado que va a “invertir en unos fondos estructurados garantizado por obligaciones” se ha quedado perplejo, intrigado y curioso. Además de tener la sensación de ser un ignorante por no saber de qué le hablan.

Es necesario, por tanto, que en estas cosas se hable claro. Porque si hubiese sido así, el comportamiento de todos los implicados hubiera sido más decente y habrían sido pillados in fraganti intentando embaucar a cientos de personas. Creo que, además de ser ésta una crisis financiera y de confianza, es sobretodo una crisis de decencia. Porque más de uno se ha enriquecido provocándola. Porque creo que el dinero es irrecuperable. Porque nos han metido a todos (al decir todos digo TODOS) en ella. Y porque con el “vale todo” que desde hace unos años se promueve a todos los niveles en la sociedad, damos cancha a que realmente valga todo y sucedan estas cosas.

Aún así, de la misma forma que los Gobiernos de cada país están haciendo lo que buenamente pueden para intentar atajar la debacle económica, nosotros, las personas, tenemos que actuar. Ya tenemos el diagnóstico: una crisis muy gorda. Ya sabemos qué ha fallado: la comunicación, la decencia y el vale todo. Pues ahora pongámonos a hacer lo que realmente sabemos hacer: trabajar. Porque no podemos quedarnos en casa acurrucados diciendo lo mal que está todo y esperando a que alguien nos salve. No. Tenemos que arremangarnos y bregar para salir adelante, porque en el momento en el que salgamos de este túnel – porque saldremos – seremos más fuertes.

Yo suelo recomendar criterios generales porque no me sale ninguna medida concreta que resuelva la situación. Y estos criterios se basan en tres cosas:

1. El optimismo, entendido como la acción de sacar el mejor partido posible de una situación concreta. Optimismo no es decir “aquí no pasa nada” sino trabajar para salir adelante en un momento tan difícil como este.
2. No distraerse. Debemos centrarnos en las prioridades dejando de lado, inevitablemente, las cosas que ahora mismo no son vitales.
3. Prudencia. Pero con prudencia. Ser creativo o encontrar medidas para paliar la situación nos debe llevar a ser cautos y no dar nada por supuesto.

Con estas ideas, creo que estamos en condiciones para construir personalmente una salida fuerte y sólida de la crisis, dejando todo en nuestras manos y siendo los únicos responsables de nuestro futuro.

LEOPOLDO ABADÍA