martes, 29 de mayo de 2007

PARÁFRASIS DE UN POEMA CLÁSICO

Es aún temprano para nuestro pequeño mundo, pero, escúchame, ha llegado la hora. No te miento. Realmente ahora empieza la vida y, escúchame, se han acabado las lágrimas. Sí, soy yo el que abre cada día los pestillos de la noche y deja entrar todas esas estrellas pequeñas y azules en el dormitorio. Escúchame bien, porque lo que te voy a decir no te lo ha dicho nadie hasta el momento. Abre de una vez esos ojos cansados. ¿No te acuerdas? Un día empezaste a andar, en aquella playa primera de tu vida. Un paso tras otro y --escúchame-- llenos de titubeos. Y te diste cuenta de que el sol te quemaba la piel desnuda, tan desnuda como mi alma ahora. Y parecía que nunca aprenderías a andar como los demás. Pero, escúchame, tus pies hoy van más ligeros que nunca. Y las alas han crecido, escúchame, de tu propio cuerpo. Yo solo he puesto el escenario, algunas palabras, algún beso, pero, escúchame, que lo que comienza ahora es tan difícil como lo era al principio del mundo. ¿Me escuchas? Soy yo el que ama y tiene miedo, el que teme --escúchame-- que el firmamento se le venga encima y le parta la cabeza un día. Pero tienes que oírme, porque si no me entiendes mañana no habrá pan, ni sol, ni música que compartir, ni amor. Escúchame, porque soy yo quien grita en lo interminable. Escúchame, porque de lo contrario no habrá más que un estremecedor silencio. Escúchame porque soy yo quien dice escúchame frente a este precipicio en el que ni tú ni yo vamos a caer. Refrán: Cuando dos se entienden, los corazones se encienden. .