martes, 21 de febrero de 2017

Indolencia política con los humedales

Siempre que viajo por Extremadura me detengo en sus grandes masas de agua. Son sobre todo grandes masas de vida. Sus ríos, sus pantanos y charcas son el ecosistema de multitud de aves y animales hermosísimos. La celebración esta semana de la Feria Internacional de Ornitología en Monfragüe me hace recordar la profunda vinculación entre la fauna y nuestros recursos hídricos.

Sin embargo, cada vez percibo con más claridad un deterioro de nuestros humedales y, sin ser científico, entiendo que no se encuentran al cien por cien de sus capacidades. Algo similar --y avalado por datos objetivos-- está sucediendo con nuestros grandes humedales, los de Doñana, Delta del Ebro y la Albufera de Valencia. Un estudio reciente de SEO/BirdLife afirma que estamos en camino de convertirnos en el desierto de Europa y que estamos llegando a un punto de no retorno por culpa de la contaminación, la sobreexplotación y la mala gestión de nuestros recursos hídricos. Es cierto que nuestro país se encuentra en la prestigiosa lista de humedales Ramsar en un lugar destacado por ser el que más espacios tiene inscritos, pero a veces el éxito puede ser la antesala del fracaso.

Un humedal es un ecosistema muy frágil, de hecho, según los datos de la organización ecologista, el 60 por ciento de estos espacios ha desaparecido durante el siglo XX. Eso es a escala mundial, pero en España sucede tres cuartos de lo mismo. Es una desaparición silenciosa, pero inexorable. Por eso la organización ecologista ha abierto una campaña de recogida de firmas a través de Change.org.


Los pozos ilegales y la presencia de fosfatos pueden acabar con ecosistemas donde se concentran el 25 por ciento de las aves invernantes en España y que acoge a 60.000 parejas de aves acuáticas. Todo por indolencia política, que no social, con nuestro medioambiente. Hagamos algo ya. Refrán: Si a la golondrina en mayo no ves, mal año de espiga es.