martes, 19 de enero de 2010

Los ´enmandilaos´

Un amigo que vive en la plaza de Italia me llama y me dice todo preocupado que ahora pertenece a la selecta clase de los ´enmandilaos´. Al principio pensé que se había hecho masón o que había encontrado trabajo de tendero. Pero él se refería a otra cosa que le afligía y le llenaba de desazón en lo más profundo de su alma.
--¡Ay, Juanjo, que me han ´enmandilao´!.
Y repite esta frase sin parar, entre gimoteos y aspavientos. El muchacho ha encontrado pareja por medio de una de esas páginas de internet. Al parecer todo muy rápido y muy bien. El vivía una cómoda vida de soltero, dejando la ropa donde le daba la gana, fregando los platos una vez por semana, cogiendo la fregona sólo cuando veía el suelo renegro y luciendo un ´look´ en deshabillé.
Su novia internáutica lo ha metido en vereda. Ahora los filetes no se apulgaran en el frigorífico. Ha empezado a cocinar. Va a comprar el pan como un reloj. Tiene el lavabo como una patena. Ha empezado a oler a ´Mambú´ de Adolfo Domínguez. Friega a diario y se pone un mandil para limpiar su apartamento. Claro, por eso es un ´enmandilao´.
--Esto es el infierno, Juanjo...
Y eso que dice que está muy contento con el giro copernicano que ha dado su vida. A mí me habían explicado que en el campo se ´enmandilaban´ los carneros para evitar que cubrieran a las ovejas. Y se lo cuento a mi amigo.
--¡Eso, eso, exactamente eso es lo que me han hecho!
Creo que la cosa no es muy grave y que a todos nos viene muy bien ponernos el mandil de vez en cuando y hacer las tareas domésticas. Refrán: En abril quema la vieja el mandil y en mayo el escaño.