miércoles, 7 de enero de 2015

Felicidad virtual

Las fiestas navideñas que hoy concluyen me han enseñado que existe una nueva felicidad: la felicidad virtual. Ya no se trata de pasarlo bien o de disfrutar con los seres queridos. Ahora la tiranía de las nuevas tecnologías nos obliga a publicarlo al instante en las redes sociales, llámense Facebook, Twiter o los grupos sociales del Whatsapp. En las reuniones de familia y amigos hay más gente mirando el teléfono que mirándose a los ojos. Una pena. Es una buena forma de evitar conversaciones indeseables con algún pariente pesado de la familia política --generalmente el cuñado-- pero creo que mucha de esa felicidad es más artificial que los 'selfis' de el pequeño Nicolás . Esta felicidad virtual es bastante dañina y se alimenta básicamente de cotilleos. Muchos son los grupos en redes sociales en los que algunos miembros apenas participan pero llegan al éxtasis en la soledad de sus casas conociendo al dedillo la vida de los demás. Y si no estás en el grupo, peor, eres un inadaptado social. Ay, cómo nos gusta --y me incluyo-- el 'voyeurismo social', saber quién habla qué y a quién, a dónde va, qué le gusta comer y cuál es su debilidad íntima. Esta práctica es, además, una fuente de frustración constante. En ocasiones los adictos a las redes sociales envían fotos ante cenas pantagruélicas o en fiestas exclusivas para hacer ver a los demás su nivel de vida o despertarles el monstruo verde de la envidia. Sí, somos una sociedad de porteras y de exhibicionistas de la vida privada. Espero que esto de los 'selfis' sea una moda pasajera, porque de otra manera nos vamos a pasar las fiestas con la cabeza en el móvil perdiéndonos el mayor espectáculo: la vida. Refrán: La envidia, dice el autor, es martillo destructor.