martes, 22 de septiembre de 2009

Leyendas urbanas

Siento una gran fascinación por las llamadas leyendas urbanas. Pensar que las alcantarillas de Nueva York están llenas de caimanes abandonados por sus dueños alimenta mis sueños literarios. Creo, además, que estas fabulaciones tienen en internet un terreno abonado para su multiplicación. Imagino que esta mitología hunde sus cimientos en hechos reales. Es lo que le pasó a Fred DeNegri, estadounidense que estaba disfrutando en su casa de Florida de una Pepsi dietética y se atragantó con lo que él calificó de "algo repugnante‡". Al final eso resultó ser, tras análisis oficiales, un sapo destripado.
Nuestro amigo vertió en el fregadero el contenido de la lata, pero no salió hasta que su esposa Amy, logró sacar una "cosa oscura". Las fotografías están colgadas en internet. El matrimonio llamó a control de venenos y a la administración federal de Fármacos y Alimentos, que recogió la lata y la llevó a analizar. Los resultados arrojaron que se trataba de un batracio. La compañía, por supuesto, insiste en los rigurosos controles de calidad en la producción de sus refrescos. Como buenos americanos, el matrimonio DeNegri quiere que la compañía les indemnice generosamente.
Y esto nos sumerge de nuevo en el mundo de las leyendas urbanas. ¿Es cierto que estas empresas te inundan de dinero si te encuentras porquería en sus productos? Yo sueño cada día con tener un asqueroso y fructífero encuentro con una rana que me convierta en un rico príncipe el resto de mis días tras un beso. Refrán: Mejor príncipe en palacio, que vida de batracio.