martes, 26 de mayo de 2009

La noche hace insólitos colegas de escenario

La política hace extraños compañeros de cama. Y la noche insólitos colegas en el escenario. Al menos eso es lo que pasó en la madrugada del sábado al domingo durante la fiesta que se celebró en La Bola tras los Premios Extremeña Sonora. Me gustan más las celebraciones postevento que los propios actos, porque los protagonistas dejan el rigor de sus personajes y empiezan a ser realmente ellos mismos.
Raimundo Amador , a pesar de ser una estrella, sorprende por su afabilidad. Aguantó sonriendo las miles de fotos que todos los asistentes querían hacerse con él. Y se subió al escenario para tocarse con los Spanglish unos temas fuera de programa. Pocos músicos son capaces de tanta generosidad. Y en plena jam sesion se subió Leonor Flores a cantar con él un blues y a hacerle los coros de Bolleré ante el asombro del personal asistente. Muy bien. Todos los consejeros de Cultura deberían al menos una vez al año subirse a un escenario y experimentar en carne propia el miedo escénico ante la gente y los focos. Así entenderían mejor el duro trabajo de los músicos. Sobre la calidad de la actuación diré simplemente fue un acto de espontaneidad gutural. Las fotos de ese instante mágico están a buen recaudo y sólo se las enseñaré a mis nietos cuando me pregunten por alguna anécdota de cuando éramos cándidos y teníamos el alma inquieta. Es lo que tiene la sociedad digital. A la calle cada día salen miles de personas con una cámara digital o un móvil en la mano. Es imposible escapar de ese ojo implacable. Refrán: Si te subes a la escena agita bien tu melena.

martes, 19 de mayo de 2009

Paisaje tras la dura batalla de Soraya

No he experimentado en carne propia lo que son los fenómenos de masa colectivos hasta este pasado sábado en Valencia de Alcántara. Fui con escepticismo y acabé sumándome al Todos con Soraya sin ninguna duda de fe. Tras las votaciones, la verbena en la plaza era el paisaje triste de después de la batalla, pero los bares de la noche valenciana eran todo un ejemplo de pundonor desde la humildad de un pueblecito extremeño que no sabe, ni entiende, de politiqueos eurovisivos. De tanto escuchar la canción una y otra vez de madrugada hasta empezó a parecerme buena. Yo suelo ser crítico, pero la actuación de Soraya fue francamente brillante. O eso me pareció enardecido por la masa. Y mejor fue el apoyo de sus paisanos, que aun con la penúltima posición seguían cantando sin parar eso de La noche es para mí. Al día siguiente, en las horas ambiguas que mezclan a los madrugadores con los últimos de la fiesta, en el bar Ibérica escuché:
--¿Qué tal quedamos ayer?
--Pues mal en fútbol y en cante, peor...
Pero rápidamente hubo quien explicó que la debacle musical fue por un mamoneo entre países por no sé qué rollo de la emisión de la semifinal. O sea, que el que cantara bien o mal fue lo de menos. Ahora entiendo lo que es actualmente la Unión Europea: un conjunto de alianzas en las que los ciudadanos somos los que menos importamos. Sé que Eurovisión no es la Unión Europea. Pero se le parece y desde el sábado tengo mis oscuras sospechas. Refrán: Extremadura, con Soraya, que siempre da la batalla.

lunes, 11 de mayo de 2009

Niños, más santos inocentes que nunca

Los procesos de separación y divorcio son en muchas ocasiones una pequeña guerra. Y ya sabemos en este tipo de contiendas la verdad suele ser la primera y gran víctima. No voy a entrar en consideraciones morales, pero sí quiero señalar que los hijos se han convertido en la auténtica arma arrojadiza de los cónyuges, empleados como mercadería procesal por uno y otro bando sin reparar en su dolor.

Soy consciente de que cuando algo no funciona hay que disolverlo de la manera más civilizada posible. Cada uno por su lado y santas pascuas. El problema es que los afectados piden a los letrados (y estos cumplen la voluntad del cliente) un ensañamiento con la otra parte que nada tiene que ver con el hecho de la separación y que supera con creces los límites éticos. Y lo que más duele en ese momento tan sensible no es solo el dinero, sino los lazos afectivos.

Custodias, regímenes de visitas, vacaciones... todo se emplea para molestar al que compartió con nosotros mesa, mantel, hipoteca, cama y llantos al dormir. Y los niños están ahí, mudos testigos de la guerra de los padres, tratando de asimilar el odio que destila a veces el comportamiento humano cuando se deshumaniza. Hace poco la denuncia de una conocida actriz a su marido en pleno proceso de divorcio como medida de fuerza para acceder a sus pretensiones económicas ha puesto en los medios de comunicación una realidad diaria en los juzgados. ¿Cómo podremos hacernos responsables de unos hijos si anteponemos nuestra vanidad y orgullo a su felicidad? Algo falla si somos tan egoístas. Refrán: Si os vais a divorciar no os vayáis a lastimar.

martes, 5 de mayo de 2009

La metáfora de las almendras

Leí una vez que la jubilación se parece mucho a un hombre que se pasa la vida comiendo almendras. Al final, la última que se lleva a la boca está verde y amarga y le deja un regusto desagradable después de haber disfrutado largamente. Creo que en muchas ocasiones hemos hecho eso con nuestros mayores. Llega la jubilación --o lo que es peor, la prejubilación-- y los mandamos a casa, desvalorizando todo su trabajo y sus esfuerzos realizados a lo largo de toda su vida.

En los Estados Unidos la estrategia de muchas empresas pasa porque los jóvenes y agresivos ejecutivos tengan como subordinados a grandes y veteranos ejecutivos que puedan supervisar sus decisiones. A cambio los jubilados reciben gratificaciones económicas, continúan su compromiso con la empresas y se sienten útiles.

Eso de las sopitas y el buen vino ha quedado para el pasado. Creo que mientras haya fuerzas hay que luchar, porque son muchos los que en cuanto que pierden el objetivo por el que trabajar se abandonan y caen en la depresión y el olvido.

Parece que lo de la jubilación es la primera llamada de atención de que toca ´entregar el equipo´ que nos dieron cuando comenzamos nuestra vida. Y ese momento tiene que estar lleno de luces. No importa cómo entreguemos de desgastado el cuerpo por cuánto se ha utilizado. Lo fundamental es que nuestra alma esté limpia, en plenitud con lo que nos rodea, en equilibrio con los hermanos. Refrán: Al final de una vida larga, que tu almendra no sea amarga .