lunes, 10 de diciembre de 2012

Insultos y piropos




La linde que separa el piropo del insulto es una delgada línea roja muy fácil de traspasar. Hace unos días caminaba por la avenida Isabel de Moctezuma de Cáceres cuando un hombre desde un banco lanzó un piropo a una mujer que pasó por su lado.



--Está usted muy guapa hoy, dijo aquel señor mayor.



Efectivamente, la chica con ojos luminosos y amplia sonrisa se sintió halagada con aquellas palabras que sonaban a bálsamo en una jornada especialmente fría. Ella le correspondió con: "que tenga usted muy buen día, señor". Y continuó su camino, perdiéndose entre la gente y las urgencias de la mañana. Aquello fue un acto de cortesía lleno de amabilidad y sin más intención que la de subrayar la belleza femenina. Muy distinto a otro hecho parecido que contemplé también unos días después. Cerca de una obra situada en una de las archiconocidas rutas del colesterol de la ciudad, un obrero al paso de una dama lanzó un silbido o una especie de chasquido como el que se usa para dirigir a las bestias. La mujer aligeró sus zancadas con un gesto de desaprobación evidente. Los dos hombres tenían la misma intención, pero uno erró en su objetivo y tuvo el efecto contrario al buscado. Esto me recuerda el documental 'La mujer de la calle' rodado en Bruselas por una señorita que grabó con su cámara los improperios sexistas que le hacían los hombres por el mero hecho de ser mujer e ir sola por el centro de la ciudad. De hecho, el Ayuntamiento de Bruselas ha decidido poner multas por este tipo de insultos en la calle. Qué pena, porque la medida no va al fondo de la cuestión, es decir, a la educación y la prevención. Todavía tenemos mucho que aprender. Refrán: Cuando el sabio señala la luna, el tonto se fija en el dedo.