martes, 27 de marzo de 2007

LUPE Y LA DEUDA PENDIENTE CADA 14-F

Guadalupe tenía los ojos como escarabajos negros, un piso en alquiler, una hermana pequeña casi clónica, una sonrisa elocuente y un novio en Don Benito con voz de pito. Pero era el día de los enamorados y había quedado para cenar conmigo y no con él. La vida es así. A veces te besa en la boca y te deja el saborcillo de lo prohibido. Y te sientes atraído por él como las polillas a la luz de los faroles de la calle.
Lupe --yo la llamaba así-- bailaba siempre hasta el amanecer mientras Manolo García cantaba Como un burro amarrado a la puerta del baile . Entonces yo me quedaba sin argumentos y caía en sus brazos. Lupe olía a sándalo, a té verde, a la piel de la madrugada desnuda, ésa que se quita capa a capa y te deja ante tí solo al ser humano. Por eso era mágica. A su lado la vida se llenaba de música y de ojazos negros que flotaban a mi alrededor como palomas peregrinas. Yo había preparado la cita desde hacía tiempo: Velas, aceites olorosos y un menú afrodisíaco preparado por mí serían los cómplices de la noche. Nada quedaría al azar en la velada perfecta para el amor. Sin embargo, un trabajo de última hora hizo que me retrasara dos horas a la cita. Lupe era demasiado ´hippy´ para tener teléfono móvil, así que no pude localizarla. Cuando, ya bien entrada la noche, llamé al portero automático de su piso, su compañera me dijo que se había ido, enfadada, a dar un paseo por la ciudad. Y aunque hubo otras placenteras noches con Lupe siempre siento todos los 14-F que tengo algo pendiente. Refrán: No dejes para mañana lo que puedas hacer ahora mismo.