martes, 16 de diciembre de 2014

El Portal de Belén en tiempos de crisis

Estos días me he dado cuenta de que necesitaba un nuevo belén, ese ornamento navideño tan clásico en nuestros hogares. En Sevilla, junto a la catedral, hay una gran feria en la que los artesanos andaluces ponen a la venta sus portales, reyes, pastores y misterios, además de musgos, fuentes, arroyos y animales de granja a escala. Los precios son exorbitantes: un belén por pequeño que sea, con lo mínimo que se despacha y con figuritas de factura discutible, se pone en una cifra muy respetable que --con la que está cayendo-- tira para atrás a cualquier cristiano. Decidí entonces que volvería a sacar esas figuritas de plástico tan 'feillas' que tengo, pero enmarcadas en el establo artesano que me hizo mi suegro. No hay ni pastores siquiera y los Reyes Magos están despintados. No importa. Este año la estampa se ha incrementado con un pozo de corcho en miniatura también manufacturado por el señor Agustín . Y se acabó lo que se dio. El año que viene Dios dirá. No nos hace falta más para rezarle cada noche un padrenuestro al Niño de Belén o para sentirnos niños en este tiempo de fraternidad, o para recordar a los que se fueron y ya no estarán esta Navidad con nosotros poniendo el portal. O para dar la bienvenida a los que llegan. Es verdad aquello de que la devoción va por dentro y que la calidad de las imágenes no importa para adorar a un Dios que se nos hizo niño hace 2015 años. Hay muchos belenes cotidianos: familias que están pasando las de Caín, matrimonios que sufren para llegar a fin de mes y están unidos en la adversidad. En ellos está de verdad la Sagrada Familia. Son belenes vivientes. Para qué queremos más. Refrán: No alabes ni desalabes hasta siete Navidades.