sábado, 21 de julio de 2007

EL DOLOROSO BLUES DE LA DESILUSION


A veces canto blues. Y me vuelvo azul. Otros días siento en mi espalda todo el peso del mundo. En ocasiones contadas aúllo junto a la luna y doy de comer a los lobos. Muchas madrugadas las paso despierto pensando en cómo sería este mundo sin tanto idiota, con menos avariciosos, solo lleno de gente honesta.
Por eso, hay noches que canto el blues de la desesperación y las notas del piano suenan largas como lágrimas moradas. Mi guitarra ya llora al fondo de lo interminable sin tocarla siquiera. Algunos días siento que quiero darle una patada al Planeta para que --de un golpe-- se vayan todos los mediocres, los que extorsionan, los que han basado su vida en una mentira comprada entre el gin-tonic y la niebla.
El blues tiene tres acordes, pero en ellos se agazapa todo el dolor de la humanidad. Machacón, monótono, repetitivo y fieramente humano. Hay días que la sonrisa de mis labios se hace un ejercicio de gimnasia. En algunos momentos me gustaría gritar la verdad de tanta injusticia basada en el dinero, la ambición y la avaricia. Y me gustaría decirle a la cara a las hetairas que no han pecado ellas, sino sus clientes poderosos; que las auténticas rameras son hombres y mujeres que han prostituido su alma por el relumbrón de un plato de diamantes. Es el blues de la desilusión. Es el son de mi silencio cómplice, responsable de este desastre de mundo, incapaz de denunciar a diario a tanto mostrenco prepotente y adorador del oro del Becerro de Oro. Refrán: Nuestro silencio es responsable de este mundo inhabitable .

UNA MONUMENTAL PELEA EN LA PLAZA

Uno de los momentos más curiosos que viví hace muchos años como periodista fue una pelea monumental de la que fui testigo en la plaza Mayor de Cáceres. Eso sucedió hace más de 10 años. Deberían ser ya pasadas las 4 de la madrugada y acababa de salir de un pub de la plaza junto con otro compañero de EL PERIODICO, Carlos Ortiz , que por entonces trabajaba en Onda Cero. Vimos como una pareja era machacada brutalmente por unos agresores que tenían la cabeza muy rasurada. La pareja, sinceramente, parecía de yonkis , lo cual se traslucía en la información. Me acuerdo perfectamente del desembarco de coches zeta en la plaza y de cómo en una ceremonia de la confusión todos se acusaban a todos de iniciar los incidentes. Incluso recuerdo el rostro en la noche de una chica que señaló a Carlos como instigador de la trifulca cuando estábamos recabando la información.
Dos días después de haberse publicado el artículo se personaron en Camino Llano (antigua sede de EL PERIODICO) los miembros de aquella pareja con los costurones en la frente.
Yo había firmado el artículo con mi nombre. En aquella época no había guardia de seguridad en la puerta, sino que entraba todo el mundo como Pedro por su casa. Los presuntos yonkis me dijeron que se sentían "lesionados en su honor y derechos fundamentales" (sic) y que iban de camino al juzgado para denunciarme. Afortunadamente, todavía no he recibido la notificación del juez. Refrán: Cuidado con la noche, que hay sorpresas a troche y moche.

IGNOMINIA, IMPUDICIA E INMUNDICIA, DE COPAS

La Impudicia, la Ignominia y la Inmundicia --que eran unas cachondas mentales-- decidieron salir de copas una de estas noches de verano. "¡Vayamos de discotecas a quemar la madrugada!", dijo la Ignominia lanzando un grito.
--Vale, dijo la Impudicia, pero vayamos desnudas y robémosles los novios y novias a todas.
La Inmundicia no estaba muy de acuerdo. Aquello era un plan fácil, pero no conllevaba ningún detritus en el que rebozarse. Y la porquería era su hábitat natural.
--Propongo que, además, firmemos un contrato para contarlo todo en la televisión. Hagámoslo por partes y asignemos a cada una una cadena. Fingiremos que estamos peleadas entre todas e insinuemos un conflicto lésbico como causante de nuestra trifulca-- comentó la Inmundicia.
La Ignominia seguía con dudas. Y por eso decidió consultar con la Molicie. Pero tenía el móvil apagado. Estaba cansada desde la última vez que salió, hace ya unos años.
A la Estulticia consideraron que no hacía falta llamarla. Nunca había dado buenos consejos. La Impudicia entonces lo tuvo claro:
--Robemos descaradamente. Metámonos en todas las camas de todos los matrimonios habidas y por haber. Y para redondear la faena quitémosle la pasta a los contribuyentes más humildes.
La Ignominia y la Inmundicia empezaron a frotarse las manos mirándose con lascivia. "¿Por dónde empezamos?", preguntaron.
--Vayamos a Marbella.
Y ahí empezó todo. Refrán: Los ladrones con corbata son los que dan más la lata .