miércoles, 25 de octubre de 2023

Encuentros en Galisteo

Extremadura está llena de pequeños paraísos, lugares perfectos para una escapada que no son los que aparecen en los titulares de Fitur o están especialmente detallados en los folletos turísticos. Sin embargo, tienen el atractivo de lo verdaderamente auténtico. Es lo que me pasó hace unos días recorriendo Galisteo, en pleno Valle del Alagón, cuya fortaleza almohade merece una pausada visita para descubrir entre sus adarves los misterios de una comarca dominada por las almazaras y los viejos secaderos de tabaco. Por cierto que, antes de llegar a Galisteo hay que pasar por San Gil, con el encanto de su medio siglo como municipio de colonización.

Su muralla rodea la villa casi por completo y tiene itinerarios marcados para conocerla. Si el día es claro, como fue el caso, la vista de la comarca es única. Recorriendo sus piedras me topé con un peregrino del Camino de Santiago, un muchacho joven y alto, con su gorro característico y su vieira. La muralla está muy bien reconstruida con cantería de río. La Torre Homenaje, que llaman Torre Picota, aún necesita un empuje a su reconstrucción, y es un vestigio del palacio del siglo XIV construido por los cristianos. Cerca de ella, unos turistas franceses de avanzada edad se mostraban sorprendidos de la belleza de la fortaleza. Les aconsejé que visitaran Plasencia o Cáceres cuando acabaran. Más tarde, en Monfragüe vi a unos ingleses que habían instalado toda suerte de telescopios en el mirador del Salto del Gitano. Iban pertrechados con ropa de camuflaje y unos teleobjetivos espectaculares con los que apuntaban a las peñas para fotografiar a las rapaces. Extremadura es así. Nunca defrauda, ni al viajero que se pierde en un pueblo fuera de los circuitos turísticos, ni al ornitólogo extranjero que busca una imagen única para llevarse a su país. El turismo es un motor económico sostenible, que si se gestiona con cabeza puede convertirnos en un referente nacional.