martes, 5 de marzo de 2019

La autenticidad de José Pinto

En este mundo cuya realidad es un territorio abonado para la frase hecha y el discurso aprendido, cuando encontramos a alguien auténtico siempre nos fascina. Es el caso del ganadero y concursante de televisión José Pinto, fallecido la semana pasada de forma inesperada.

Pinto iba a pronunciar el pregón de los carnavales taurinos de Ciudad Rodrigo (Salamanca). El día antes un infarto le sobrevino en casa. Amargo desenlace para quien se había retirado hacía muy poco de los focos mediáticos al objeto de disfrutar de sus vacas y los sustanciosos premios merecidamente ganados por sus conocimientos. Demostró con su sabiduría que la gente de pueblo no es, ni mucho menos, inculta.

Conocí a José Pinto en la última Feria Internacional del Queso de Trujillo. Lo había invitado el maestro de la industria láctea Isidro Fernández, de Lactocyex -otra gran persona- para dar un aliciente a su estand. Más allá del selfi y de la foto de recuerdo que muchos se hicieron con él, me pareció que era de una autenticidad que traspasaba sus poros. Nadie le escribía un guión y hablaba con una naturalidad que te dejaba noqueado. José Pinto, un hombre que vivía entre vacas, era insustituible y será irrepetible.

¡Qué agradable es charlar con una persona culta y respetuosa! José Pinto lo era. Y su repentino fallecimiento me hace reflexionar sobre lo injusto de esta vida en la que no pudo disfrutar de la jubilación que merecía.

Y es que la televisión -que no es una caja tan tonta como nos quieren hacer ver- nos sienta en el salón de casa a personajes de muy distinto calibre, pero solo de unos pocos realmente nos encariñamos. Esos son los auténticos.

Lo mismo ha sucedido con el también fallecido este fin de semana señor Galindo, del mítico programa Crónicas Marcianas. Aunque no estaba presente ya en nuestras vidas, su defunción nos avisa de que nadie es inmortal, aunque esté agazapado para siempre en un rincón de nuestro cerebro. Refrán: Cobra buena fama, y échate a dormir, cóbrala mala, y échate a morir.