martes, 12 de febrero de 2019

Salvador Távora lanza su último ‘quejío’

Salvador Távora se nos ha ido y la palabra ‘honradez’ para definir su trayectoria se queda chica. El teatro está huérfano de uno de sus más fecundos creadores. Pero no podemos olvidar que el corazón del director de La Cuadra ha pasado sus últimos años angustiado por las deudas contraídas por su pasión por el teatro... ¡Qué ironía! Insuficiencia cardíaca para un corazón en el que cabía toda Andalucía y su honda queja.

Su silla de enea verde, desde donde dirigía, está más sola que nunca, allí, en ese teatro que levantó en 2007 en El Cerro del Águila, en la antigua Hytasa, donde trabajó como soldador, y que ha acabado enterrándolo. Porque Távora, de sonoro apellido como una castañuela, era un obrero. También fue torero y cantaor. Quizá por eso su teatro está al margen de todos los tópicos que han lastrado Andalucía y han hecho de ella la caricatura que ha permitido a los señoritos y a los políticos vivir como viven de ella, a golpe de topicazo.

Me río yo de la cuarta pared y del método stanislavski. Távora metía en el escenario un caballo y aquello te dejaba totalmente boquiabierto. Y encima tenía sentido. Lidiaba un toro en medio de Carmen y se quedaba tan pancho. Comprendía la alta carga teatral que lleva implícita el toreo. Por cierto, que la Generalitat de Cataluña prohibió que se representara en su territorio en dos ocasiones. Sí, esos que van ahora de ultratolerantes. Távora era la queja flamenca hecha compromiso social. Golpeaba las conciencias con la fuerza de un puñetazo, pero solo empleaba imágenes y palabras. Se ha ido un insustituible. Ahora, los que le negaron la ayuda cuando se arruinó con su teatro saldrán en la foto de pésames y condolencias. ¡Qué vergüenza!

Hacen falta muchos Távoras para que llegue el cambio que todos estamos deseando. Él ha lanzado su último ‘quejío’. En nosotros está hacer de su obra una reivindicación eterna. Refrán: A la aceituna y al gitano no los busques en verano.