martes, 30 de junio de 2020

El gancho del boxeador con mascarilla

En torno al ciudadano el espectáculo es actualmente desolador. A pesar de lo mucho que se quiere suavizar la realidad, todo sobre lo que se asentaba nuestra vida se ha derrumbado como un castillo de naipes. Nuestro sistema de salud, que creíamos una maravilla, no era tal. Los profesionales, que se han jugado la vida, han sido desamparados entre aplausos y vítores, a veces hipócritas. El ciudadano español está cada vez más cerca de las colas del hambre, que creíamos que eran cosa del pasado. Los famosos ertes se han prorrogado. Y digo yo que si lo han hecho es que no se ha vuelto a ninguna normalidad y se tiene miedo a otro nuevo terremoto sanitario.

Y lo peor es que, salvo alguna rara avis, la gran mayoría de la clase política nos ha mentido, o tenemos la sospecha de que lo ha hecho, a uno y otro lado del arco parlamentario. Los problemas pequeños, sobre los que antes nunca reparábamos, ahora nos pueden costar la vida.

La realidad ha sido como un gancho de boxeador que nos ha dejado noqueados y con una mascarilla en la cara. Algunos privilegiados ya se han tomado una cerveza en una terraza y creen que todo fue una pesadilla puntual, pero la mascarilla sigue sobre nuestra faz. Por algo será. ¿No creen?

Desde el Gobierno y los medios de comunicación adeptos se esfuerzan en que nos olvidemos y reactivemos la economía. Muy bien. Pero no hay que olvidar que un ser invisible ha puesto en jaque a todo el planeta Tierra, algo que no debería haber pasado. No hay que dejarse anestesiar. El sistema, que creíamos que nos protegía, ha fracasado por completo. Y no hay que tomárselo a broma, porque el anciano de la residencia, abandonado a su suerte, lo podemos ser todos más tarde o más temprano. Y no podemos repetir los errores de estos meses. La nueva normalidad no es normal y la anterior al 13 de marzo, tampoco lo era. Refrán: Tantas veces fue el burro al molino que se olvidó el camino.