martes, 28 de junio de 2022

Noctógrafos

Las estrellas han sido el lenitivo que necesitaba para desconectar del mundo y reconectarme a mi mismo

No dejaremos huella. Somos polvo de estrellas. Este verso de Jorge Drexler resume lo fútil de la naturaleza humana. Y nunca me siento más insignificante que cuando miro al cielo en una noche estrellada, una de tantas que nos regalan a diario los cielos extremeños. Por eso me he interesado por la fotografía nocturna, ese intento vano de registrar en una imagen no solo la belleza, sino también el misterio que se agazapa tras la bóveda celeste. 

La fotografía es pintar con luz y la fotografía nocturna es atrapar esa escasísima luz que fue generada hace millones de años y que llega suave a este rincón perdido de la galaxia. Cuando contemplo la Vía Láctea me hago la gran pregunta de si estamos solos en el Universo. La respuesta tiene una contestación fácil basada en la estadística: No. Este fin de semana, junto a un grupo de noctógrafos he aprendido a enfocar correctamente a la Vía Láctea y conseguir un resultado óptimo en la cámara. Capitaneados por el gran fotoperiodista extremeño Diego J. Casillas, en el Festival Estelar de Malpartida de Cáceres, hemos posado nuestros ojos a ese hipnótico batolito que conforman Los Barruecos. Tras una semana de trabajo informativo, las estrellas han sido ese lenitivo que necesitaba para desconectar del mundo y para conectarme conmigo mismo, ajustando como un reloj los ritmos de mi cuerpo y de mi alma. 

Los noctógrafos somos una especie de secta que se reúne en lugares de poder como Los Barruecos y que, con una linterna roja sobre la frente, invocamos las fuerzas telúricas y celestes al mismo tiempo para captar una imagen única. Es una suerte de autosanación gracias ese caos organizado que es el Universo. En la soledad de la madrugada junto a un puñado de compañeros noctógrafos tuve la suerte de fotografiar una estrella fugaz. Espero que sea el augurio de que el mundo va a mejorar a partir de hoy. 

martes, 21 de junio de 2022

Empresarios: gente de otra pasta

Veintisiete años, que se dice pronto. Mañana se entregan los Premios Empresario Extremeño del Año y aún me parece ayer cuando estábamos preparando la primera edición. Es una noche de relumbrón y también la culminación del trabajo de muchas personas, que desde hace meses añaden a sus tareas diarias en el Periódico Extremadura las derivadas de este acontecimiento. Estos galardones fueron los primeros y quizá por eso tienen todavía aún más valor. Después vinieron sucedáneos e imitaciones. Los Premios Empresario Extremeño han demostrado también una sorprendente capacidad de resiliencia. Como comprenderán hubo épocas mejores, peores y muy malas, pero estuvieron ahí como ‘termómetro’ del mundo de los negocios.

Conocer a los ganadores de estos casi treinta años de convocatoria me ha permitido hacerme una idea del perfil del empresario extremeño. Normalmente se trata de hombres hechos a sí mismos, que han superado adversidades mayúsculas (crisis, incendios, falta de apoyos, burocracia…) gracias a una voluntad firme de crear riqueza y empleo. El enriquecimiento propio y lícito no es su objetivo. Los empresarios que verdaderamente triunfan van detrás de un sueño. Fíjense en José Noriega, nuestro flamante ganador de este año. Hace treinta años se subió a un camión y ahora su flota de vehículos llega a los mil. Sigue enviando víveres a Ucrania, jugándose el tipo, y cuando hubo que dar la cara en momentos complicados la dio ante los medios de comunicación. Esa es la otra pasta de la que están hechos quienes tienen el reconocimiento en los Premios Empresario. No puedo olvidar que también hay entre los patronos quienes no realizan sus funciones con la ecuanimidad necesaria, pero hoy no toca mirarse en ese espejo, sino en el de quienes cada día construyen Extremadura desde el afán de convertirla en tierra de prosperidad.  

martes, 7 de junio de 2022

Robe, la banda y su sonido propio

Tener un sello personal no es fruto de un día o dos, sino de toda una vida y oficio haciendo canciones

Algunos críticos musicales relamidos de capital han evidenciado el abuso de Robe de los ritmos ternarios. Es posible que sea así, pero yo me quedo con su habilidad para componer con facilidad pasmosa verdaderos himnos y el haber logrado un sonido propio, inconfundible. Robe Iniesta suena a Robe y a nada más. Lograr eso después de un proyecto tan exitoso y reconocible como Extremoduro es una hazaña, y da igual que lo haga a ritmo de vals o de chachachá. En cuanto se oyen los primeros compases de sus canciones ya se identifica el sello del músico placentino. Eso no es fruto de un día ni dos, sino de toda una vida y oficio haciendo buenas canciones. 

Decían que Paganini tenía un pacto diabólico para desarrollar su habilidad con el violín. En este caso creo que lo que hay es sabiduría a la hora de rodearse de talentosos músicos y técnicos. El concierto del sábado en el hípico demostró que la banda extremeña es un acierto pleno. Tenemos músicos de primer nivel. ¡Cómo suena el Hammond con Álvaro Rodríguez al teclado! ¡Qué sutileza la de Carlitos Pérez con el violín! ¡Cómo aguanta el ritmo trepidante y los cambios de tiempo Alber Fuentes! ¿Qué instrumento no sabe tocar el eléctrico David Lerman? ¿Cómo llega Lorenzo González a las high notes con esos falsetes imposibles? ¿Tendrá Woody Amores un pacto mefistofélico para memorizar todos los solos que interpreta con su Les Paul? 

La gira Ahora es cuando ha comenzado en Cáceres e inicia un periplo nacional con el cartel de ‘agotadas’ en muchas plazas. Recordaré el concierto del sábado como el primero de la vuelta a la normalidad. Es un proyecto extremeño a la altura de cualquier show internacional. Debe alegrarnos que desde aquí se gesten trabajos de esta categoría. Si esto se hiciera en Madrid o Barcelona ya habría quienes lo alabarían hasta la extenuación autocomplaciente. Ha llegado el momento de hacerlo con lo nuestro.