No se engañen. Al Calvario no se llega gracias a un éxtasis
místico. Se va por Idomeni, Moria o Kara Tepé, en Grecia. Mientras nosotros en
nuestro primer mundo hemos contemplado la recreación de la Pasión de Cristo
cómodamente estos días, en esos campos de la vergüenza los refugiados han
pasado a tener estatus de 'detenidos'. Esto sucede en la civilizada Europa, la
del milagro de un estado del bienestar que se ha eliminado de un plumazo ante
el aplauso general. Ellos sí que van camino del Calvario, pero es aún peor que
eso, porque cada mañana se levantan con la incertidumbre de no saber qué va a
pasar y con la esperanza de que las fronteras se abran y puedan acceder a una
tierra prometida pero vapuleada por la crisis económica. Nosotros --grandes
fariseos-- nos lavamos las manos como Pilatos ante tanto inocente que no tiene
ni techo ni pan que llevarse a la boca. La UE ha decidido expulsar a Turquía a
todos los refugiados que lleguen a Grecia. A cambio de esta ignominia inyecta
dinero a ese país y le promete agilizar su pertenencia a este selecto club que
es la UE. Una decisión a todas luces inmoral, pero también de muy dudosa
legalidad.
No me gusta llamarlos 'refugiados'. Para mí son 'migrantes a
la fuerza'. Han tenido que dejar sus países por una guerra en Siria, Afganistán
e Irak, como son todas las guerras: espantosa y cruel con los débiles.
Y nosotros nos preocupamos de nuestras pequeñas miserias de
cada día, cuando en Idomeni empiezan las enfermedades, los niños con diarrea,
los abuelos en condiciones de higiene mínimas y los padres no tienen que
llevarle a sus hijos ni un mendrugo de pan.
Al Calvario, en esta Europa tibia y descorazonada, van todos
los días miles de personas en busca de una vida digna, al igual que la buscamos
nosotros, dignidad que poco a poco hemos ido perdiendo, especialmente nuestros
representantes, incapaces de ponerse de acuerdo en lo más básico. Siento una
vergüenza infinita. ¿Hasta cuándo continuará este vía crucis? Refrán: En tiempo
de guerra, mentiras por mar y por tierra.