martes, 21 de junio de 2011

Selectividad

Estamos en la época de la selectividad, esa prueba por la que tienen que pasar todos los estudiantes que aspiran a ser universitarios. Recuerdo que en mis tiempos, hace ya más de veinte años, nos pegábamos unas palizas de estudiar hasta el amanecer durante semanas. Algunos se quedaban enganchados a la cafeína y otros simplemente medio lelos de tanto darle vueltas a la cabeza. La selectividad es un examen en el que el alumno se juega su futuro. Nuestros padres hacían unas pruebas parecidas que eran los exámenes de reválida. Es curioso, pero el listón ha caído tan bajo que actualmente la selectividad parece poco más o menos que una prueba de madurez en la que se comprueban conocimientos muy básicos y una correcta expresión escrita mínima.

Tenemos, además un déficit de alumnos en carreras de ciencias. Apenas llegan al 6% los que quieren estudiar estas disciplinas, frente a una pléyade de aspirantes a filólogos, abogados e historiadores que pueblan las aulas universitarias. Recuerdo mi examen de selectividad de Griego e Historia del Arte en Sevilla, a las tres de la tarde y cayéndome goterones de sudor por las orejas. Hice también un bachiller orientado al humanismo, con asignaturas que ahora muchos quieren que caigan en el más profundo de los olvidos. Es una pena que estos conocimientos no sean apreciados ahora. Creo que un buen gerente debería manejar el Latín y la Filosofía. A lo mejor la solución a la crisis se le ocurre a quien sepa conjugar sus conocimientos económicos con una concepción más humana de la empresa. Refrán: Que Dios reparta suerte. Porque como reparta justicia...