lunes, 28 de diciembre de 2009

Sillas vacías y Navidad

Todos los años suelo hacer la misma reflexión: las Navidades no me gustan por culpa de las sillas vacías. En las reuniones familiares siempre se echa de menos a alguien que desgraciadamente ya nunca podrá acudir. A veces esa ausencia es muy reciente y esa silla vacía en la cena de Navidad o de Nochevieja añade un dolor emocional aún más intenso. De poco sirve que el ausente sea un tío pesado, un primo cansino o un padre autoritario: se siente su falta enormemente. Por eso cuando me entero de rencillas familiares irreconciliables, de afrentas entre hermanos que acaban no hablándose me pregunto si hemos arrancado de cuajo el Amor de nuestras vidas. Llegará un día en el que ese hermano con el que estamos enfadados no pueda ir definitivamente. Y su silla vacía ya será irremediable. Por eso creo que éste es el momento de la reconciliación con nuestros seres queridos, antes de que sea demasiado tarde. No puedo imaginar cómo serán las cenas de Navidad de la familia Pajares o de los Thyssen-Bornemisza . Imagino que antes de llegar a los postres estarán ya afilando cuchillos, vertiendo veneno en las copas de cava o llamando a sus abogados para interponerse querellas. Pero llega un día en el que al final se le toma cariño al enemigo íntimo, que acaba formando parte del paisaje. Por eso si estamos a mal con algún familiar, en este tiempo de adviento, es la ocasión para un sincero perdón. Si no lo hacemos ahora lamentaremos la silla vacía después. Refrán de Kiko Veneno: Y aquí estamos los dos, en el hospital escayolados; en vez de estar haciendo el amor tras la tapia de un cine de verano .