martes, 19 de octubre de 2021

Castañar en otoño

 Castañar en otoño

Cada pocos minutos, en el silencio del bosque, se escucha la inexorable caída de los erizados calibios

Hay estaciones del año que se identifican con determinados colores. Sin embargo, para mí, el otoño tiene sobre todo un aspecto acústico característico. Me he dado cuenta hace poco haciendo la ruta del castañar, entre Montánchez y Arroyomolinos. Cada pocos minutos, en el silencio del bosque, se escucha la inexorable caída de los erizados calibios, como pequeñas bombas que atraviesan las ramas. Es la señal que dispara en mi interior el cambio de ritmo y empiezo a pensar que el otoño y sus reconocibles sonidos han venido definitivamente para quedarse.

No sé bien por qué, en vez de mirar hacia abajo en busca de las castañas envueltas en su mandorla llena de púas, alzo mi ojos hacia arriba para escudriñar entre las hojas los últimos cantos de los pájaros, ahora en plena muda de sus plumas. Los aromas del campo, con estas primeras lluvias nocturnas, se disparan. El romero empieza a cosquillearte la nariz mientras, en el suelo, el musgo se abre paso con seguridad en las oquedades de las pizarras del camino. 

Tiene este castañar en otoño un poder telúrico indiscutible, que te conecta con lo primigenio. En la ruta que va desde Montánchez a Arroyomolinos se emplean unas dos horas en las que el caminante se encuentra con molinos ancestrales que en tiempos aprovecharon la fuerza de las torrenteras para hacer harinas. La naturaleza los devora, pero aún queda parte de su estructura de pie para reconocerlos.

Mientras tanto, escucho esos misiles naturales cayendo a mis espaldas, como anunciando que pronto cambiarán la hora. Piso el empedrado y pienso en los ciclos del mundo y que tengo que guardar las castañas para asarlas y emplearlas en el ritual del calbote dentro de apenas unas semanas. Será el tiempo de honrar a los que se fueron al amor del fuego. Refrán: Si en septiembre comienza a llover, otoño seguro es.