lunes, 17 de agosto de 2009

Niños, bienvenidos al mundo

Siempre que se apaga una estrella se enciende una vela. Ahora que a mi alrededor no dejan de nacer niños, hijos de mis amigos, me paro a pensar sobre lo imbricadas que están la vida y la muerte y cómo bailan una vertiginosa danza a diario ante nosotros. Unos abandonan el mundo y esa metamorfosis para quedarnos desnudos, tan sólo en alma, es un esfuerzo tremendamente doloroso. Si hemos hecho bien los deberes estaremos acompañados de seres queridos en ese desvestirse del cuerpo que es nuestra despedida. De lo contrario estaremos rodeados, pero de buitres, en busca de una herencia. Suculenta o no, según los casos. Aquí se queda todo. Nuestros besos, nuestros amores y todo lo que hayamos sembrado. Todo el bien y todo el mal.
Cuando nace un niño la cosa es bien diferente. Los parabienes y la esperanza llenan las conversaciones. Niños esperados y deseados con fuerza son una luz encendida en las familias a pesar de sus trastadas, las malas notas o los disgustos que suelen dar.
Eso de que los niños traen un pan debajo del brazo es más discutible. Lo que sí es cierto es que disipan cualquier problema familiar, disuelven las rencillas y con su son
risa tonta hacen que hasta al más intransigente se le caiga la baba.
Y en ese vértigo, la vida. Los hospitales llenos de gentes que vienen y se van, los corazones llenos de esperanza por los nuevos hombres...Y repletos de dolor por los que se irremediablemente nos dejan. Hagamos de este mundo un espacio amable y habitable para las nuevas incorporaciones. Refrán: A tu hijo, buen nombre y oficio.

Estampas de una jornada en la piscina

Toda piscina que se precie tiene un tipo de más de cuarenta años dando el coñazo con una pistolita de agua, unos niños salpicando al personal lanzándose sin parar, un tripudo comiéndose un bocadillo de chorizo de más de un kilo y un socorrista dormitando en una tumbona tras unas gafas oscuras. También hay otros personajes, como el matrimonio que pasa olímpicamente de los niños mientras estos hacen saltos mortales y se parten la crisma ante sus ojos. Suele habitar esos lares un señor gordo al que todos miran diciendo "como se lance al agua vamos aviados...". Las más abnegadas madres tratan de sujetar a Johnatan, Jenifer y a Vanesa para que no se metan sin hacer la digestión, mientras que un adolescente se lanza haciendo la ´bomba´ para impresionar a alguna congénere con las hormonas igualmente revueltas.
Conozco las piscinas de Cáceres y municipios limítrofes y en todas tiene lugar ese ritual. A veces he contado en la del camping a casi un centenar de bañistas en el agua, lo que crea problemas de tráfico. Y después están los dichosos bichitos del césped que te pegan unos picotazos y no sabes bien cómo ponerte. Los más listos se traen sus tumbonas y leen unos libracos de esos de 600 páginas o más. No falta el grupo de soldados del cuartel, con sus cuerpos perfectos, haciendo corrillos y hablando de lo que harán cuando juren bandera. Esta es la estampa de un día de piscina con paella en el menú del día. Tenemos la felicidad al alcance de la mano. Refrán: Si te entra la calorina tírate de cabeza a la piscina.