martes, 18 de septiembre de 2012

La tragedia de Sísifo


Desde hace un tiempo me siento muy cercano a Sísifo . Ya saben, aquel hombre al que los dioses le castigaron con llevar una piedra eternamente a lo alto de una montaña. Y lo malo no era que la cumbre estuviera muy alta, sino porque una vez allí la roca se le volvía a despeñar y tenía que bajar otra vez a por ella. Creo que muchos ciudadanos estamos empezando a ser como este personaje mitológico griego, especialmente en lo que al trabajo se refiere. Un hombre absurdo, ante una vida absurda, en la que el esfuerzo de todos, en todos estos años parece que se ha tirado al pozo del olvido y no sirve para nada. Ahora nos animan a reinventarnos, a emprender en medio de este cúmulo de despropósitos que es la realidad económica y política, en la que la posibilidad de despeñarse está a la orden del día. Sí, nos sentimos libres, un breve momento, cuando creemos que hemos llegado a la cumbre, pero qué rápido cae la piedra al abismo y hay que volver a empezar. Todos somos Sísifo, el rey de Efira que promovió el comercio y la navegación como nadie. Fue su desmesura y avaricia la que le granjeó el castigo divino. Pero en el extremeño de a pie no he visto ni un atisbo de esto. Todo lo contrario. Estoy rodeado de gentes que solo quieren su pan, su trabajo, su casa y la fiesta en paz. Ultimamente, estoy circundado de dolor, de tragedias vitales a causa de la crisis. La desesperanza está haciendo mella en mí y lo peor de todo esto es que no sé cómo expresar o dar cauce a tanto sufrimiento, porque las lágrimas están a punto de ahogarme esta vez. Refrán: Al miserable y al pobre, la pena doble.